20/4/2024
Análisis

Banca islámica: viejas ideas para nuevas demandas

Aunque sigue ocupando un espacio minoritario, está dejando de ser un nicho experimental para convertirse en una industria en proceso de consolidación

Celia de Anca - 08/01/2016 - Número 16
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Banca islámica: viejas ideas para nuevas demandas
Clientes en la ventanilla de una sucursal de Kuwait Finance House, institución financiera islámica kuwaití. Yasser Al-Zayyat / AFP / Getty
Las finanzas islámicas han despertado gran interés en los últimos años, en especial desde la emisión en 2014 por el Gobierno de Reino Unido de un sukuk (bono islámico) por valor de 200 millones de libras (285 millones de euros). Otros grandes actores internacionales, como Goldman Sachs o General Electric, se han animado también a emitir deuda por vía islámica. El interés en los mercados internacionales por desarrollar productos financieros que puedan atraer inversores islámicos con exceso de liquidez coincide con la voluntad creciente entre la comunidad musulmana por desarrollar su vida financiera siguiendo los preceptos de su moral. Además, algunos de los planteamientos de la banca islámica están cada vez más presentes en los debates internacionales sobre la reforma del sistema financiero global. 

Crecimiento exponencial

Los activos financieros islámicos representan el 2% de los activos mundiales. Impulsadas en gran parte por el crecimiento de la banca minorista, las finanzas islámicas han aumentado exponencialmente desde unos activos de 150.000 millones de dólares a mediados de los años 90 a un total de 1,8 billones de dólares a finales de 2013. Aunque siguen ocupando un espacio minoritario, están dejando de ser un nicho experimental para convertirse en una industria en proceso de consolidación. Con excepción de Irán y Sudán, cuyos sistemas financieros están islamizados en su totalidad, los activos islámicos no ostentan una posición dominante en el sector bancario doméstico de ningún otro país. En Arabia Saudí, con cerca de un 50%, es donde alcanzan su mayor penetración. 

Los activos financieros islámicos han crecido exponencialmente hasta representar el 2% de los activos mundiales

Fuera de los países del Golfo y del sudeste asiático, los estados en donde la banca islámica está teniendo mayor desarrollo son Sudáfrica y Nigeria, en el África subsahariana, algunos países del Norte de África y otros países islámicos como Turquía. Desde el ámbito de la oferta, existen 716 instituciones registradas globalmente como organizaciones conformes con la sharía, de las que 511 ofrecen exclusivamente productos islámicos y 205 son instituciones convencionales que operan con ventanillas islámicas. La mayoría de las grandes instituciones occidentales están presentes en el mercado financiero con ventanillas islámicas: UBS, Citibank, Merrill Lynch, JP Morgan, BNP o Paribas. Algunos bancos, como HSBC, operan con una subsidiaria islámica (HSBC Amanah). 

En cuanto a la demanda, y exceptuando el caso iraní, las finanzas islámicas no se centran en países concretos sino en inversores individuales. De modo voluntario, los inversores eligen gestionar sus necesidades financieras con productos islámicos que ofrecen rentabilidades y soluciones similares a la banca convencional, pero que, desde el punto de vista subjetivo, proponen una solución financiera en un sistema ético al que los individuos elijen adherirse.

Por el tipo de productos, la banca comercial constituye la mayor parte de los activos islámicos globales (80,3% en 2012). Los sukuks o bonos islámicos ocupan el segundo lugar con un  14,6%, a continuación están los fondos de inversión islámicos con el 4%, y los seguros (takaful) suponen el 1,1% restante. Europa destaca como plataforma para el mercado de productos de inversión islámicos, en concreto los fondos de inversión y el mercado internacional de sukuk


El sistema financiero islámico, al igual que cualquier otro sistema financiero, trata de facilitar la intermediación entre el capital y la producción para generar riqueza y activar la economía. Como todo sistema de valores, intenta normalizar el modo en que esta intermediación debería funcionar, en su caso siguiendo los preceptos de la sharía, evitando operaciones que involucren intereses y la práctica especulativa. 

¿Cómo funciona?

En ese sentido, la teoría de la financiación islámica propugna que el financiador comparta el riesgo, propiciando la inversión más que la deuda. Para ello propone fórmulas de inversión y reparto de pérdidas y ganancias como las denominadas mudaraba (fideicomiso) y musharaka (asociación financiada). De este modo se fomenta el énfasis en la viabilidad del proyecto más que en la solvencia del prestatario.

Sin embargo, en la vida financiera actual una parte importante de las necesidades financieras no se basan en inversión sino en créditos al consumo. Por cuanto no es lícito para la banca islámica proporcionar deuda con intereses, la fórmula que han encontrado los bancos islámicos, además de otorgar préstamos sin intereses (qard al hassan), es convertir a la banca en un intermediario comercial entre un comprador y un vendedor, obteniendo sus honorarios por su labor de intermediación comercial más que de intermediación financiera. 

La mayoría de las grandes instituciones occidentales operan en el mercado con ventanillas islámicas

Por ello, la banca islámica propone la creación de deuda por medio de la venta o renta de activos reales, utilizando contratos tradicionales de compraventa dentro del derecho islámico tradicional (murabaha, iyara, salam o istisna’a). El ejemplo típico para entender la intermediación comercial es la fórmula de hipoteca islámica. En una hipoteca islámica el banco compra la casa por orden de un cliente, al que luego se la revende por medio de un contrato de arrendamiento (iyara) o por una comisión del precio de venta (murabaha). Financieramente es muy similar para el comprador, pero legalmente difiere de la banca convencional en tanto que el banco adquiere una serie de obligaciones y compromisos por ser el dueño del bien, lo que además pone límites importantes a la capacidad de creación de nuevos créditos al estar la propiedad en el balance del banco hasta su total transferencia al cliente.  

Es importante entender que aun cuando las finanzas islámicas encuentran su base en los preceptos de la ley islámica, y en los primeros años del Islam, el sistema financiero de la mayoría de los países islámicos se originó en el siglo XIX, durante el periodo de la expansión colonial y del comercio europeo, y la mayoría de estos países adoptaron el sistema convencional que ha perdurado hasta la actualidad. Por ello, cuando hablamos de la industria financiera islámica nos referimos a un sistema que se inició en los años 70 y que tras un periodo de estancamiento, e incluso de retroceso, a partir de 2011 ha experimentado un importante rebrote, que hace pensar a muchos analistas que está llegando a su despegue definitivo.  

El debate internacional 

Bernard Lietaer, uno de los pioneros de las monedas complementarias y otros sistemas monetarios alternativos, indica que el dinero consiste solamente en confianza. Cuando una sociedad pierde la confianza en su sistema monetario, pierde en cierto modo la confianza en sí misma. Por ello impulsa ideas para la creación de sistemas monetarios que promuevan un tipo de sociedad diferente, más adaptada a las necesidades actuales.  
En el debate que se ha iniciado a nivel internacional, tanto inversores como consumidores o ahorradores empiezan a cuestionarse algunas de las prácticas financieras del sistema global: ¿puede un sistema financiero diferente crear una sociedad diferente?, ¿es lo mismo interés que beneficio, o especulación y riesgo? 

Ciertos planteamientos de las finanzas islámicas van en paralelo con algunas de las fórmulas que otras alternativas financieras están utilizando para acercar las finanzas a la sociedad, entre otras las siguientes: fomentar la economía real y productiva, evitando el capital financiero; ligar el capital financiero a la actividad productiva; unir al ahorrador con el emprendedor en una comunidad económica activa; compartir riesgos y beneficios entre el capital y el productor.

Las crisis suelen traen nuevos contextos de posibilidades, en los que ideas antiguas pueden tomar nueva fuerza. En los últimos años han surgido una serie de iniciativas, algunas ya establecidas desde décadas atrás y otras más recientes, que intentan —además de maximizar el beneficio— apoyar a la comunidad en la que se encuentran, bien por una cercanía con los valores comunitarios, bien por proximidad geográfica para generar riqueza en las comunidades locales. Es en este marco en el que podemos situar a las finanzas islámicas. 

La financiación islámica es ya una realidad que despierta cada vez más interés entre colectivos muy dispares. Por una parte puede ofrecer a las empresas europeas o españolas  una fuente interesante de diversificación para cubrir sus necesidades de capital, así como para la financiación de grandes proyectos de infraestructura en diferentes lugares del mundo. Por otra, proporciona a un creciente número de musulmanes una alternativa al sistema convencional. Finalmente, ofrece argumentos para incluir en el debate internacional sobre qué modelo financiero queremos desarrollar para la futura sociedad global.