11/12/2024
Pero ¿qué broma es esta?

¡Yo no he sido!

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“Mambrú se fue a la guerra / mire usted, mire usted qué pena / Mambrú se fue a la guerra / no sé cuándo vendrá / do, re, mi, do, re, fa / no sé cuándo vendrá / si será para Pascua o para Navidad / do, re, mi, do, re, fa.” Este Mambrú era, como es sabido, el duque de Marlborough, en cuyo escudo campeaba como mote heráldico, escrito en castellano, “Fiel, pero desdichado”. Nuestros líderes políticos también se fueron a la guerra de la Semana Santa, de procesiones o de asueto. Han vuelto en esta semana de Pascua y de nuevo en el Congreso de los Diputados han reanudado las conversaciones para intentar la investidura de un candidato como presidente del Gobierno. El martes, el secretario general de los socialistas, Pedro Sánchez, y el de Ciudadanos, Albert Rivera, se reafirmaron en el pacto acordado, y el miércoles se anunciaba con redoble de tambores el encuentro de Pedro Sánchez con el secretario general de Podemos, Pablo Manuel Iglesias, que pasaban a comparecer por separado y de manera sucesiva ante la prensa.

La sala ardía de expectación y registraba un lleno hasta la bandera. Pablo Manuel —camisa azul remangada hasta los codos— se dejaba arrullar por los clics interminables de los fotógrafos y los focos de las cámaras de televisión. Tiraba de cuaderno tamaño cuartilla de tapas moradas y daba su versión. Como acostumbra, lanzaba un señuelo para desenfocar la atención. Decía que para eliminar pretextos había declinado ser vicepresidente. Todo bañado en desinterés personal y generosa renuncia, insistía en su propuesta de un gobierno “a la valenciana” por la vía del 161 (número de escaños que sumarían PSOE, Podemos, Compromís e IU), para cuyo logro encabezaría el equipo negociador. Sobre los colegas de Ciudadanos colgaba la responsabilidad de Estado de abstenerse para terminar con el espectáculo de un Mariano Rajoy en fase de eclipse, desahuciado por Aznar y sin otra apuesta que lucrarse del desencuentro de los demás. Fue imposible averiguar por qué Podemos evitó hacer el viernes 4 de marzo lo que ahora reclama a Albert Rivera. 

En la segunda parte, Pedro Sánchez distribuyó gratitudes, ponderó los cambios de actitudes y el levantamiento de vetos. Se ató al mástil del acuerdo con Ciudadanos. Negó veto alguno a Pablo Manuel. Él se preconizó y él desiste. Cerró contundente la vía a la gran coalición con marianistas y peperos adyacentes, a los que asigna un puesto de vanguardia en la oposición regeneradora. Se apuntaba a un optimismo cauto y moderado cuando apenas quedan 20 días hábiles para el intento final y exhibía, como su interlocutor, un afán inmenso de aclarar que en caso de que todo fuera imposible quedaría exento de responsabilidades al grito de “¡yo no he sido!”. Vale.