23/4/2024
Opinión

Acuerdo y oportunidad

Editorial - 26/02/2016 - Número 23
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PSOE y Ciudadanos han alcanzado un acuerdo que necesitará, para que coagule en la investidura de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno, al menos la abstención de uno de los otros dos grandes partidos en el hemiciclo, Podemos o PP. En el momento de redactar estas líneas nada garantiza que vaya a producirse. 

La tarea de persuadir a Pablo Iglesias correspondería a Sánchez. Podemos ha exigido demasiado y con demasiada arrogancia durante las negociaciones y si se volviera atrás tendría complicado explicárselo a sus votantes. Demasiada retórica y demasiada gesticulación para terminar en la abstención. Aunque más le valiera evaluar las consecuencias de aparecer haciendo la pinza del bloqueo con el PP, atender al giro demoscópico que augura una penalización si hubiera que volver a las urnas y salvar el riesgo de la reedición de sus pactos con algunas de las confluencias, tentadas de entrar en un proceso de centrifugación.

Al presidente de Ciudadanos se le asigna ganar al PP para la abstención, que sería lo más aconsejable si quisiera contener el desastre al que se encamina. Durante las últimas semanas se han multiplicado los casos de corrupción y de aquí al día 1 de marzo las previsiones indican que el movimiento se acelerará. Rajoy se aferra al mantra de que ha ganado las elecciones, pero queda a la vista su incapacidad para castigar los desmanes de los suyos y pretende hacer oídos sordos a los autos que definen al PP como una organización criminal al servicio del vaciamiento de las arcas públicas. En definitiva, el presidente en funciones ha perdido toda credibilidad, se muestra sin liderazgo ni imaginación para aportar propuesta alguna a las negociaciones y está inhabilitado como líder nacional  y de su partido. En cuanto a los dirigentes del PP, deberán optar entre abstenerse para hacer posible la investidura de un gobierno sobre las bases pactadas por el PSOE y Ciudadanos o impedirlo haciendo causa común con Podemos. Mantener la lealtad inquebrantable a los dislates de su presidente equivaldría al suicidio político colectivo.

En todo caso, el pacto merecería una oportunidad. Para dársela, los  dos partidos firmantes han intentado definir territorios intermedios aceptables a derecha e izquierda, con propuestas que propenden al consenso y buscan la reforma de las instituciones afectadas de modo más agudo desde que la crisis económica deviniera en política.

Las conversaciones y negociaciones entre los partidos políticos, que venían de contender en las elecciones del 20-D, han dejado a la vista,  además del intento honesto de encontrar puntos en común, la escenificación de estrategias comunicativas y electorales particulares de cada uno de ellos.  En esta larga senda hacia la investidura, la más larga en lo que llevamos de democracia constitucional, ambas vertientes han terminado por desembocar en un documento con contenido creíble. Brinda una oportunidad que los partidos pendientes de incorporarse al consenso deberían reconocer también por su propio interés.