11/10/2024
Política

Ceuta y Melilla. La valla española se exporta a Europa

La UE copia el modelo diseñado hace dos décadas, alambradas y devoluciones, para afrontar la crisis de los refugiados

Luis de Vega - 22/04/2016 - Número 30
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Ceuta y Melilla. La valla española se exporta a Europa
Valla en Hungría, en los alrededores de Roszke, en la frontera con Serbia. Las concertinas de la imagen las fabrica una empresa española. Luis de Vega
Las vallas y las devoluciones se han convertido en el emblema de la nueva Europa de la crisis de los refugiados. La Unión Europea ha tomado la decisión de apuntalar su seguridad y su bienestar con alambradas, ya sean físicas o en forma de acuerdo como el firmado con Turquía. Y lo ha decidido en medio de críticas y polémicas por el golpe que eso supone a la tradición democrática, a los derechos humanos y a la historia de países que no hace demasiadas décadas vieron a su propia población convertida en refugiada.

El actual modelo de verja fronteriza en Europa se inspira en el diseñado por las autoridades españolas hace dos décadas frente a Marruecos para salvaguardar las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla. También hay un paralelismo entre las presiones sobre el reino alauí a base de fondos, ayudas y acercamiento a Bruselas con la forma en la que la UE trata de poner coto a la crisis actual con la colaboración de Turquía. El objetivo es que Ankara, como Rabat, sea el gendarme de Europa. El problema es que ninguno de los dos es visto como un país seguro al que devolver con garantías a emigrantes y refugiados. Para redondear la operación, una empresa de Málaga se anuncia como la única del continente que fabrica concertinas, los alambres con cuchillas que coronan y rodean estas vallas.

“Europa debe aprender de lo que Ceuta lleva años trabajando”, dice la embajadora húngara

La construcción en Europa de verjas para tratar de hacer frente a la llegada de miles de refugiados se apoya sobre “el ensayo llevado a cabo en la frontera sur”, entiende Helena Maleno, una activista española que lleva tres lustros asentada en el norte de Marruecos siguiendo de cerca los movimientos migratorios. “Consiste en pasar de afrontar la emigración como problema a la emigración como conflicto.” Así lo entiende también el activista de Melilla José Palazón. “La UE ha copiado lo que han hecho aquí y Turquía actúa como Marruecos, luchando contra la emigración a cambio de dinero y más integración en la UE. Se trata de un acuerdo de intereses por ambas partes empleando a los refugiados y los inmigrantes como un valor”, añade Palazón, cuyos desencuentros con las autoridades por su activismo en la frontera de Melilla son numerosos.

“Desde el punto de vista de quien las levantó han cumplido parte de su función porque con las vallas y el SIVE (Sistema Integrado de Vigilancia Exterior), la emigración clandestina ha descendido. No hay duda. Pero desde el punto de vista de los derechos humanos, son reprobables, no me parecen bien”, señala José Antonio Alarcón, historiador y director de la Biblioteca Pública de Ceuta. “La realidad es que  hay unos ocho kilómetros de montaña en los que es muy difícil frenar las entradas” en la ciudad autónoma, añade. La actual coyuntura aleja la posibilidad, al menos a corto plazo, de que algún día el constante refuerzo de esas vallas españolas invierta su tendencia. “La presión migratoria seguiría sin las vallas, eso es obvio. Pero no solo de personas, pues hay un importante tráfico también de armas y drogas. Todo eso sería mucho más fácil sin la valla. Creo que a nivel de vigilancia cumplen su función”, apostilla Alarcón. La Guardia Civil anunció el 12 de abril el hallazgo de un zulo en Ceuta con armas e información supuestamente perteneciente a Estado Islámico.

El protectorado español llegó a su fin con el nacimiento de Marruecos como Estado en 1956, siglos después de que en Ceuta y Melilla ondeara la bandera de España. Desde el primer día el reino alauí reclamó como suyas las dos ciudades españolas. Pero ese conflicto y las exigencias de Rabat no están detrás del nacimiento del proyecto de alambrada fronteriza. Más allá de los tiras y aflojas, de la soterrada guerra diplomática entre ambos vecinos del estrecho de Gibraltar, tanto uno como otro saben que el equilibrio económico pasa por el actual statu quo. “Las relaciones bilaterales entre los dos países son mucho más antiguas que las vallas, sobre las que fue determinante la emigración subsahariana que ha generado conflictos entre Madrid y Rabat con cruces de acusaciones entre ambos. El resto de la vecindad no se ha visto afectada”, entiende el director de la Biblioteca de Ceuta.

Una parte importante de la población del norte de Marruecos vive de lo rentable que sale la españolidad de esos dos territorios, bien porque cada día cruzan la frontera para trabajar allí o porque viven de lo que eufemísticamente se considera comercio atípico, que navega entre el estraperlo y el tráfico ilegal de mercancías, casi siempre a ojos de todos. Y, claro, tanto Ceuta como Melilla acaban también beneficiados de ese comercio. La inmensa mayoría de lo que se encuentra en los zocos de una localidad como Castillejos —que mantiene su nombre español—, al otro lado de la valla de Ceuta, son mercancías y alimentos llegados desde España.

Normalidad hasta los años 90

Las idas y venidas de ciudadanos españoles y marroquíes eran cotidianas, casi sin la sensación de cambiar de país —mucho menos de cruzar una frontera europea en el norte de África—, hasta mediados de los años 90. Así ocurría entre las familias asentadas en el paraje de Castillejos conocido como Ued Dauyat (Arroyo de las Bombas), en el lado marroquí, y entre los habitantes de la zona conocida como Finca Berrocal, en Ceuta. Hoy las casas siguen estando a apenas unas decenas de metros, pero en medio hay un monstruo en forma de valla que los separa y para llegar de un sitio a otro hay que dar un rodeo de una decena de kilómetros y pasar por el paso fronterizo.

Aquel acuerdo tácito de convivencia internacional empezó a resquebrajarse con la llegada de subsaharianos, cada vez más numerosa, al ritmo de la integración de España en las estructuras europeas. Los primeros “motines” y “avalanchas” de subsaharianos en los años 90 empujaron a Madrid a fortificar el perímetro fronterizo, según José Antonio Alarcón, primero con la alambrada que instaló el Ejército y posteriormente, ya con fondos europeos, con la valla que ha ido creciendo hasta la actual, que es doble y de 6 metros de altura en casi sus 8 kilómetros de longitud en Ceuta y 12 en Melilla. La fortificación cuenta con los sistemas de vigilancia más modernos y en algunos tramos alcanza casi 7 metros de altura y es triple. Las estructuras están levantadas en territorio español, por lo que cualquiera que vaya a saltarlas desde fuera ya ha pisado España antes de abordar la primera alambrada. Dejan fuera unos metros para llevar a cabo tareas de mantenimiento. Más allá, la franja conocida como tierra de nadie, que antecede al reino alauí.

El Arroyo de las Bombas ha sido tradicionalmente uno de los puntos calientes de entrada de mercancía de todo tipo a Marruecos. Y con los años también ha sido uno de los lugares por los que más han intentado esos inmigrantes llegados de otros países africanos acceder a suelo español. Este paraje fue en la madrugada del 29 de septiembre de 2005 escenario del mayor incidente fronterizo que ha vivido la valla de Ceuta. Cientos de subsaharianos bajaron del campamento del pueblo de Beliones (Belyounech, en árabe), un puñado de kilómetros monte arriba, para acceder por la fuerza a la ciudad española. “¡Ahora o nunca, no dudéis, todo el mundo a la valla, al ataque!”, esa fue la consigna, según recoge en su libro Partir para contar. Un clandestino africano rumbo a Europa (Ed. Pepitas de Calabaza, 2014) el senegalés Mahmud Traoré, uno de los participantes en el salto, que logró desde aquel día quedarse en el lado europeo. “Enardecido, nuestro ejército de muertos de hambre baja hacia la frontera y en la pista que serpentea entre las dos vallas, los españoles gritan y disparan pelotas de goma al aire. Cuando se les agotan los cartuchos empuñan sus armas reglamentarias, cargadas con balas de verdad, al grito de ¡putos negros!”, escribe.

La diferencia del acuerdo con Turquía es que este recoge por escrito los procedimientos

Cinco emigrantes murieron aquel 29 de septiembre por los disparos de los agentes desde uno y otro lado de la frontera. Casi 11 años después, todavía no se ha hecho pública una investigación oficial de lo ocurrido. Aquella crisis costó la vida a una quincena de subsaharianos en los perímetros de las dos ciudades españolas, mientras cientos de ellos fueron expulsados al desierto por Marruecos ante el silencio cómplice de España, que tomó la decisión de desplegar al ejército en las alambradas. Aquel 2005 “marcó un antes y un después en las vallas de Ceuta y Melilla”, asegura en su obra Illegallity, Inc. (Ed. University of California Press, 2014) el antropólogo Ruben Anderson, de la London School of Economics.

Las mismas escenas

Las escenas vividas entonces, cuando España y Marruecos sufrieron la conocida como crisis de las vallas, son las mismas que están teniendo lugar en la actual crisis de los refugiados en verjas como las que separan Hungría de Serbia o Grecia de Macedonia. Con la exportación del modelo de seguridad se han acabado exportando también los mismos incidentes. Fue significativa la visita que llevó a cabo a Ceuta la embajadora de Hungría en España, Eniko Gyori, el pasado septiembre, cuando su país se encontraba en el ojo del huracán por haber vallado el acceso de los refugiados que trataban de llegar a Alemania a través de la ruta de los Balcanes. “Europa debe aprender sobre lo que Ceuta lleva años trabajando”, dijo la embajadora al tomar como ejemplo la solución fronteriza española. “Hungría construyó vallas en sus fronteras meridionales, penalizó la entrada irregular en su territorio y aceleró la devolución de solicitantes de asilo y refugiados a Serbia, lo que en la práctica convirtió al país en una zona carente de protección para ellos”, criticó Amnistía Internacional.

La diferencia que subyace bajo el acuerdo de la política que se está llevando a cabo en la frontera de España y Marruecos es que este nuevo texto europeo recoge por escrito el procedimiento de cómo se tienen que llevar a cabo las actuaciones, entiende Helena Maleno. Rabat y Madrid no siguen ningún protocolo escrito para las devoluciones en caliente, que han tenido lugar con gobiernos del PSOE y del PP. “Lo bueno de que esté por escrito y haya un procedimiento administrativo es que se puede recurrir internacionalmente”, añade Maleno. Cree que las devoluciones forzosas que sigue llevando a cabo Madrid son más complicadas de contestar.

Un reciente mensaje en Facebook del arzobispo de Tánger, el franciscano gallego Santiago Agrelo, es significativo al hablar de la externalización de fronteras y las detenciones en Beliones, junto a la valla de Ceuta. “Gracias, Comisión Europea. Gracias, gobierno español. Gracias por invertir en maltrato a los pobres lo que debieran invertir en justicia. ¡Gracias! No tienen ustedes salvación, porque, mucho me temo, jamás pedirán perdón. ¡Ustedes se han limitado a pagar!”

El negocio de las concertinas

Luis de Vega
Un grupo de reclusos se afanaba el pasado septiembre en cerrar la frontera sur de Hungría para tratar de impedir la llegada de refugiados desde Serbia. Hasta el lugar llegaban camiones cargados con miles de metros de concertinas en rollos que iban fortificando el perímetro. El material era de la empresa española ESF (European Security Fencing), que dice ser la única fabricante de este tipo de alambre con cuchillas en Europa. El negocio está siendo redondo, pero en medio de las críticas prefieren no airearlo. En su web, conscientes de la polvareda que levantan, ni siquiera sacan a relucir que son ellos los que, tras proveer las verjas de Ceuta y Melilla, exportan ahora el material a Europa central. Hablan de casos de éxito y destacan las importantes empresas para las que trabajan, pero nada lleva a pensar que su material es el que sirve para impedir el avance de refugiados y emigrantes y que, en no pocas ocasiones, es el que les ha causado graves heridas. “Por política de confidencialidad con nuestros clientes, no podemos ofrecer la información que nos solicitan”, señala un portavoz de la empresa ESF. “Nuestros clientes realizan pedidos, pero desconocemos su uso final.” ESF depende de otra empresa nacida en 1975, Mora Salazar, con instalaciones en Cártama (Málaga).