16/10/2024
Europa

El laborismo gira a la izquierda y sacude la política británica

La contundente victoria de Corbyn, con el 60% de apoyo de los militantes y simpatizantes, ahuyenta el riesgo de que se organice una trama para derrocarlo

Judith Sanders - 18/09/2015 - Número 1
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El laborismo gira a la izquierda y sacude la política británica
Corbyn se ha rodeado de pesos pesados en su equipo.ANDY RAIN /EFE / EPA
El regreso a la ideología socialista tras la arrolladora victoria del veterano diputado izquierdista Jeremy Corbyn deja atrás dos décadas de nuevo laborismo en Reino Unido, la corriente de neoliberalismo propugnada desde los años 90 por el ex primer ministro Tony Blair que se extendió entre la izquierda británica y europea. “El mensaje de la Tercera Vía, que permitió a los laboristas permanecer en el poder entre 1997 y 2010, se ha agotado. No ha sabido dar respuesta a la crisis”, apunta Tony Travers, experto en política de la London School of Economics (LSE), que aventura que “el nuevo laborismo ha muerto.” 
El activista de 66 años, con su inequívoca retórica, “ha capturado el sentimiento de una parte de la sociedad británica que ansiaba una alternativa”, señala Travers. Es el mismo movimiento que ha sacudido países como Grecia, con Syriza, y España, con Podemos, pero que, al estilo británico, en el Reino Unido ha sido absorbido por una formación ya establecida. 

Y aunque los partidarios de Blair son la principal amenaza para Corbyn, un histórico rebelde que afronta el reto de llevar su versión del laborismo —el corbynismo, tan tradicional como audaz— a todo el país, el nuevo líder cuenta con un amplio apoyo entre las bases. Obtuvo un 60% del voto en las primarias con un mensaje contra la austeridad que le diferenció de sus tres rivales más centristas. Ahora el partido debe replantearse su estrategia y su futuro para reconectar con una nueva generación de electores que pide a gritos un cambio. Su contundente victoria, superior a la que obtuvo Blair al ser elegido líder en 1994, exige a sus colegas respaldarle. Y ahuyenta el riesgo de un golpe a corto plazo, a pesar de que muchos de los 232 diputados de su grupo parlamentario temen que sus ideas socialistas les impidan volver al gobierno. 
“Hay cero probabilidades de una trama para derrocarlo. Los militantes no lo aceptarían”, ha asegurado el número dos del partido, Tom Watson, elegido también el 12 de septiembre y que ha prometido apoyar al nuevo líder “al cien por cien”. La popularidad de las propuestas de Corbyn, a favor de la inversión estatal y la renacionalización de ciertos servicios públicos, obliga a los laboristas a revisar su oferta política, hasta ahora inspirada en la de los conservadores en su intento de conquistar el centro.

El equipo de oposición

Pese a que varios diputados se han negado a servir con él, Corbyn ha logrado rodearse de pesos pesados como Andy Burnham, su rival en las primarias y una criatura del nuevo laborismo, que será portavoz de Interior. También ha despejado las dudas sobre su postura ante la Unión Europea manteniendo como responsable de Exteriores a Hilary Benn, que asegura que su partido hará campaña por la permanencia en Europa “bajo cualquier circunstancia” en el referéndum sobre esta cuestión que el primer ministro, David Cameron, se ha comprometido a celebrar antes de que acabe 2017. Meses atrás, Corbyn admitió ser partidario de la UE pero no a cualquier precio. 

El laborismo debe cambiar de estrategia para reconectar con una generación que pide cambios


En su “gobierno en la sombra” (donde hay más mujeres que hombres, pero ninguna en puestos clave) está también Charles Falconer, aliado de Tony Blair, que se encargará de Justicia. Como portavoz de Economía, el puesto más influyente, ha colocado a John McDonnell, compañero de fatigas durante lustros en la marginada ala izquierda y potencial foco de críticas. Corbyn, que no tiene ninguna experiencia de gobierno, ha prometido fomentar la unidad y trabajar en consenso. “Es un político de la vieja escuela. Sabrá conducir el debate, argumentar sus decisiones y conectar con la población, pero hay que ver si tiene las habilidades de un líder moderno”, apunta Ben Clift, catedrático de Política y Economía de la Universidad de Warwick. Corbyn tendrá que aprender a lidiar con los medios para evitar que la dominante prensa conservadora le haga trizas. Y lograr que su mensaje llegue a las masas. 

El catedrático no ve probable una escisión interna como la de 1981, cuando un grupo de diputados laboristas más de derechas formó el Partido Social Demócrata (SDP), que acabó fusionándose con los liberaldemócratas. “Hay muchas razones estructurales y sistémicas por las que una separación no interesa. Por el sistema electoral británico, mayoritario uninominal, los pequeños partidos tienden a quedar sin representación. Eso es lo que le pasó al SDP, que obtuvo votos pero no escaños.”
Lo que sí podrían producirse son rebeliones internas que socavarían su liderazgo. O que en un par de años salga algún rival dispuesto a destronarlo. “Corbyn afronta la titánica tarea de unificar el partido, que está conmocionado tras su inesperado éxito y sumido en una crisis existencial”, señala Clift.
Desde su irrupción, el número de afiliados al Partido Laborista ha crecido hasta unos 330.000, lo que lo convierte en la mayor formación del país. “Ni sus más acérrimos enemigos pueden ignorar que tiene detrás un verdadero movimiento ciudadano”, constata Clift.

Pero el día a día no será fácil. Corbyn, que en sus tres décadas como diputado por el distrito londinense de Islington Norte desobedeció sistemáticamente a sus líderes, necesita la lealtad de sus colegas para sostener su política contra los recortes y la guerra.

Más que en sus críticas a la austeridad, el radicalismo de Corbyn está en su política de  exteriores y defensa


El Gobierno conservador de Cameron, acostumbrado al consenso en torno a su mantra económico de reducción del déficit, ha reaccionado con pánico al nombramiento del nuevo líder de la oposición. “El Partido Laborista es ahora una amenaza a la seguridad nacional, a la economía y a las familias”, ha advertido el primer ministro. Otros conservadores alertan del posible efecto desestabilizador si el mensaje socialista de Corbyn llega a calar entre el electorado, e instan a defender con fuerza los méritos del capitalismo de consumo.

En todo caso, Cameron planea promover una serie de proyectos de ley que pondrán a prueba la fortaleza del nuevo líder laborista, desde la restricción de los derechos sindicales y el recorte a las ayudas sociales hasta la renovación del sistema de disuasión nuclear de los submarinos Trident, a lo que se opone él pero no la mayoría de su partido. Corbyn también se encontrará ante un reto si el primer ministro pide aprobación parlamentaria para participar en los bombardeos aéreos contra Estado Islámico en Siria, algo que divide a los laboristas. 

La conquista de Escocia

Abanderado de causas de derechos humanos y asiduo a manifestaciones y protestas, Corbyn defiende la reducción progresiva del déficit pero sin erosionar el sistema de bienestar social. Quiere subir los impuestos a los ricos  y combatir la evasión fiscal.
Sus ideas pacifistas y a favor de la renacionalización de servicios públicos como la energía y el ferrocarril pueden ayudarle a recuperar votos en Escocia, donde el Partido Laborista ha sido desbancado por los independentistas del Partido Nacionalista Escocés.

Liderado por Nicola Sturgeon, el SNP arrasó en las elecciones generales del 7 de mayo con un programa contra la austeridad que capturó el descontento de la población, cuando obtuvo 56 de los 59 diputados escoceses en la Cámara de los Comunes. La ausencia de un mensaje contra los recortes entre los laboristas hizo que esta formación, dominante en la región desde los años 60, perdiera todos sus diputados menos uno. 

“Reconstruir el Partido Laborista en Escocia será otra gran misión para Corbyn. Sin los escaños escoceses es difícil que pueda ganar unas elecciones nacionales”, reflexiona Clift. Aunque es una tarea difícil y de largo recorrido, el proyecto de Corbyn puede suponer una verdadera competencia para Sturgeon en las autonómicas de mayo de 2016, en las que el SNP espera revalidar su mayoría absoluta.
Aun sin los escaños escoceses, algunos pronostican que un Partido Laborista más socialdemócrata tendría posibilidades de ganar las legislativas de 2020 si recupera el voto tradicional perdido en Inglaterra durante el nuevo laborismo y atrae el de las nuevas generaciones, deseosas de una política más combativa.

La economía corbynista

Aunque muchos conservadores e incluso laboristas han puesto el grito en el cielo con las propuestas económicas de Jeremy Corbyn, bautizadas como corbynomics, “en realidad son bastante convencionales”, señala Clift. Lo mismo argumentaron una cincuentena de economistas en una carta enviada en agosto al diario The Guardian, en la que sostenían que “el verdadero extremismo” es la política de drásticos recortes para reducir el déficit abogada por los tories.

Uno de los firmantes de aquella carta, Diego Sánchez-Ancochea, profesor asociado en la Universidad de Oxford, explica que “en una coyuntura como la actual, en la que la demanda agregada es insuficiente y los tipos de interés reales son negativos, es el momento de mantener el gasto público en niveles altos y aceptar un déficit elevado. No se trata de una idea marxista ni radical, sino economía básica”, apunta el experto, que observa que economistas como Paul Krugman o instituciones como el Fondo Monetario Internacional abogan cada vez más por aprovechar los tipos bajos para expandir la inversión en infraestructura.
En una de sus ideas más polémicas, Corbyn propone impulsar un programa de expansión cuantitativa popular (people’s quantitative easing) por el que el Banco de Inglaterra emitiría dinero para comprar bonos de un Banco Nacional de Inversiones que a su vez financiaría la construcción de infraestructuras y vivienda social.

En otra carta al Financial Times, otros 50 economistas encabezados por Tony Yates, de la Universidad de Birmingham, alertaron de que esta medida sería “un desastre” y llevaría a tipos e inflación altos. “Una vez se ha impreso dinero con ese fin, ¿cómo podemos garantizar que haya freno?”, se preguntaba Yates.
Sánchez-Ancochea señala que, en un momento en que se requiere inversión y cuando la inflación está muy baja, el programa de expansión cuantitativa popular “no sería mala forma de hacerlo. Hay que aceptar ya que en el corto y medio plazo todavía es la deflación, más que la inflación, el gran riesgo”, afirma el economista. “El problema, claro está, sería que esta política continuara en los siguientes años, cuando las condiciones económicas cambiaran y ya no fuera conveniente seguir aumentando la masa monetaria. Pero no hay motivo para pensar que el Banco de Inglaterra la mantuviera.” 

En cuanto a la política de renacionalizaciones, Sánchez-Ancochea apunta que en los sectores estratégicos como la energía o el ferrocarril, en los que hay que combinar controles de precios con suficientes niveles de inversión, “no hay evidencia empírica” de que la gestión del mercado sea mejor. “Cualquiera que haya utilizado el tren o el metro con frecuencia en Reino Unido conoce la enorme ineficiencia de un sistema caro, poco orientado al consumidor y con problemas de infraestructura significativos”, declara.
Más que su política económica, Clift considera que el mensaje verdaderamente radical de Cor-
byn está en su política de defensa y exterior. “Tendrá que matizar su postura de retirada de la OTAN y a favor del desarme nuclear si quiere mantener la unidad del partido”, advierte.

Sea cual sea el futuro, la elección como líder del amable Jeremy Corbyn, que viste chaqueta sin corbata, estuvo casado con una chilena y ahora lo está con una mexicana, ha cambiado para siempre el Partido Laborista y supondrá un revulsivo en la política británica.