11/12/2024
Historia

Los dos calendarios que celebran la Navidad

Aunque el gregoriano está aceptado como el calendario civil mundial, litúrgicamente convive con el juliano

Hay dos calendarios litúrgicos conviviendo que el papa Francisco se ha propuesto unificar: el juliano, seguido por la gran iglesia rusa y buena parte de las 23 iglesias ortodoxas, y el gregoriano. Este último está aceptado como el calendario civil mundial y, litúrgicamente, por la mayoría de las iglesias protestantes, además de la católica. Según los astrónomos, el calendario juliano necesitó hace siglos los ajustes que culminaron en el gregoriano en 1582, durante el pontificado de Gregorio XIII. Solo la politización puede hacer perdurar las diferencias al respecto entre las iglesias cristianas de Occidente y la ortodoxa de Oriente, liderada de hecho por Moscú. Ante el moderado talante del Patriarcado de Constantinopla, con sede en Estambul, Moscú vuelve a erigirse como en los tiempos de los zares en la tercera Roma , tras el hundimiento en 1453 de Constantinopla, la segunda Roma.

Hasta Irán se rige por el calendario gregoriano, a pesar de que los astrónomos consideran que el calendario persa es el más exacto del mundo, más aún que el gregoriano. El calendario juliano es en realidad el calendario egipcio, adoptado por Julio César el año 46 antes de Cristo y adaptado a Roma en los detalles. El gregoriano, primer calendario globalizador universal, tiene sus orígenes en un estudio de la Universidad de Salamanca de 1578, desarrollado por el científico alemán jesuita Christopher Clavius junto con Galileo por mandato del Concilio de Trento.

Gran Bretaña fue el último de los estados occidentales en adoptar el calendario gregoriano en 1752

El calendario juliano —que acumuló un desfase de 11 días entre los concilios de Nicea, 325, y las postrimerías de Trento, 1582— tiene 13 días de retraso respecto al gregoriano. La Nochebuena gregoriana se celebra el 24 de diciembre y la juliana el 6 de enero.

El calendario juliano solo rige la marcha del tiempo en Etiopía, que sigue una variante del mismo por motivos tradicionales y religiosos. El calendario etíope consta de 13 meses. Mientras que el calendario juliano se adelanta a la implacable lógica solar un día por cada 128 años, el gregoriano lo hace al ritmo de un día por cada 3.226 años, desfase aceptable. El calendario persa se adelanta un día cada tres millones y medio de años, pero ajustar el gregoriano en medio de todo el tinglado del movimiento de la Tierra, el Sol, la Luna y el contrapeso de las mareas no compensaría, según los astrónomos.

Adelantar el tiempo

Por el mecanismo de los años bisiestos y el añadido o resta de los días es posible ajustar la exactitud de un calendario. El paso del juliano al gregoriano se hizo como hoy se hace el del horario de verano al de invierno: a la noche del 4 de octubre de 1582 siguió la del 15 de octubre. El problema esencial no es de exactitud de los calendarios sino de las diferencias entre el cristianismo occidental y oriental; de un lado el catolicismo y el protestantismo y del otro el cristianismo ortodoxo oriental. Los estados están de acuerdo en la superioridad técnica del calendario gregoriano desde el primer tercio del siglo XX, cuando la Rusia poszarista (1918) y la Grecia monárquica (1923) abandonaron el calendario juliano y adoptaron el gregoriano. En mayo de 1923 se celebró en el barrio Fanar de Estambul, sede del Patriarcado ortodoxo mundial, un congreso para la reforma del calendario juliano, animado por Milutin Milankovic, miembro seglar de la delegación serbia y profesor de Mecánica Celeste en la Universidad de Belgrado.

La delegación serbia consideró la necesidad de una reforma del calendario juliano sin aceptar el gregoriano, en el que los ortodoxos ven “el cronómetro del papa católico”. La Iglesia ortodoxa griega aceptó retroceder los 13 días de adelanto que llevaba el calendario juliano respecto al gregoriano y volver así al 25 de diciembre como fecha de la Navidad común a católicos y ortodoxos griegos. 

En 1054 las máximas autoridades eclesiásticas de Constantinopla y Roma intercambiaron sendas excomuniones culminando así un conflicto que había nacido en Toledo el año 589 en el III Concilio de la capital visigoda. Los padres de la Iglesia que participaron en él concluyeron que el espíritu santo no procedía solo del padre, como Constantinopla y la mayor parte de los cristianos decían en su credo, sino del padre y del hijo. El gran cisma se subsanó en 1965, cuando el patriarca ortodoxo Atenágoras y el papa Pablo VI cancelaron las excomuniones sin hablar de la medición juliana o gregoriana del paso del tiempo.

El calendario gregoriano ha sido considerado siempre un arma papal por los enemigos del Vaticano. Así, Gran Bretaña fue el último de los grandes estados occidentales en adoptar el gregoriano como calendario civil en 1752. Hasta entonces, desde la fachada atlántica estadounidense hasta la India seguían, con la metrópoli, el calendario juliano. Se toma la fecha de la muerte de Cervantes y Shakespeare, el 23 de abril de 1616, para celebrar el día del libro. En realidad, Cervantes murió el 23 de abril del calendario gregoriano y Shakespeare del juliano, es decir, el 3 de mayo gregoriano.

El paso del calendario juliano al gregoriano se hizo deteniendo el paso del tiempo los 11 días que el juliano se había adelantado hasta entonces. Riadas de manifestantes británicos descontentos con el cambio bloquearon el Parlamento gritando: “¡Devolvednos nuestros 11 días!”, los que mediaban entre el 3 y el 13 de septiembre de 1752. Hubo que parar los relojes. Hasta Voltaire, poco amigo del obispo de Roma, tomó jocoso partido por el papa y dejó escrito que “Estos ingleses prefieren que su calendario esté en desacuerdo con el Sol antes de darle la razón al papa”.