4/10/2024
El vals de los adioses

Por el bien de España

“Siempre he pretendido ser un patrón de barco que sostiene con firmeza el rumbo”

David Trueba - 05/08/2016 - Número 45
  • A
  • a
Por el bien de España
MIKEL CASAL

Este es sin duda el discurso más difícil de mi vida. Después de tres décadas subido a la ola de la política española, no es fácil explicar las razones de una renuncia. Pero aquí me bajo de la tabla. Las circunstancias actuales no me dejan otra alternativa. Mis rivales electorales ignoran con cerrazón la cordialidad democrática de permitir gobernar al candidato más votado. Ellos, que incluso fueron incapaces de pactar una candidatura cuando en primeras elecciones obtuvieron posibilidades sobradas para ello. Su incompetencia para el pacto me aboca a una situación insostenible. España necesita un gobierno y lo necesita con urgencia. Todos estamos de acuerdo en que unas terceras elecciones serían un espectáculo bochornoso para el país y un desprestigio definitivo de sus políticos, conmigo a la cabeza.

Los partidos más cercanos a nuestro programa de gobierno, el más apoyado por los españoles con sus votos, tampoco parecen dispuestos a entrar en acuerdo de investidura con nosotros. Y muchas noches, en la soledad de mi cuarto, tras escuchar en la radio los programas deportivos, me pregunto por qué. La templanza extrema es mi mayor virtud y de ella he aprendido que los problemas, por graves que sean, siempre se solucionan con reposo y calma. Pero un año completo con un Gobierno en interinidad es un lujo que los españoles no pueden permitirse en la actual coyuntura internacional.

Sé que para muchos mi actitud frente a la corrupción no ha sido todo lo beligerante que debería haber sido. Pero no es plato de gusto descabalgar de sus puestos a amigos personales, con los que se han compartido batallas y momentos duros. Si han usado el poder para enriquecerse lo han hecho sin dejar un solo día de mostrarse solidarios y fieles con el partido. Por eso, cuando el mazo de la justicia ha caído sobre ellos he aceptado su marcha como una tragedia íntima, pero no seré yo jamás un verdugo público de nadie.

Para demasiadas personas ha resultado insoportable que ante las graves revelaciones sobre financiación ilegal en mi partido, evidentes después de la caída en desgracia del contable Luis Bárcenas, persona tan querida en otro tiempo, nuestra actitud haya consistido en la negación del caso o la destrucción de pruebas. Si algo pretendíamos con el borrado de los discos duros de su ordenador era evitar a los españoles una página negra en la turbia historia de la financiación de los partidos. Porque no nos engañemos, sin los dos grandes partidos españoles no se puede concebir la estabilidad que necesitamos para que los mercados sigan confiando en nosotros como en los últimos años.

Es la estabilidad lo que siempre he perseguido en mi tarea de gobierno. De ahí mi tranquilidad ante cualquier crisis o catástrofe y las pocas ganas de emprender limpiezas inquisitoriales en las ramas más podridas de nuestro partido. España necesita estabilidad y por ello, desde el primer día que accedí a la Presidencia, decidí que no debía ser el Parlamento quien nombrara, por ejemplo, al responsable del ente público RTVE, sino que fuera alguien cercano a la esfera gubernamental, para lograr con ello un filtrado informativo que tranquilizara al país en tiempo de zozobra. Siempre he pretendido ser un patrón de barco que sostiene con firmeza el rumbo. Frente al ruido he elegido el silencio, y frente a las ansias de cambiarlo todo elegí conservar aquello que funciona por feo que fuera. Porque España es un gran país y lo que necesita es alguien que lo aprecie en el poder.

“Eso es también la política, fabricar grupos de íntima solidaridad, al margen de cálculos virtuosos”

Nadie sabe a estas alturas qué pinta Federico Trillo en la embajada en Londres o Ignacio Wert en su piso de lujo en París ni lo que encontré en Ana Mato para encargarle la gestión de la sanidad pública. No soy tampoco yo capaz de explicarlo, salvo apelando al deseo de no dejar sin satisfacción a quien me ha servido con fidelidad. Eso es también la política, fabricar grupos de íntima solidaridad, al margen de cálculos virtuosos y rigor. Siempre encontré que de mis tiempos de ministro mi mejor legado fue la entrega fiel a quien me había nombrado, lo cual a la larga me reportó ser el elegido para presidir el país. Así intentaré yo ahora buscar relevo en quien me haya brindado esa fidelidad.

Muchas veces me han dado por muerto políticamente a lo largo de mi actividad y siempre he resucitado con fuerza suficiente para liderar nuestra alternativa. Pero hoy he decidido no emular al hombre que, tras sobrevivir a una angina de pecho, decide participar, con la euforia, en la maratón de Nueva York. No, me hago a un lado para que sean personas menos identificadas con la etapa de mayor mediocridad política en nuestro país las que traten de lograr un consenso de mayorías. A ellos les deseo la mayor de las suertes en su empeño, por el bien de España.