26/4/2024
Política

Bélgica, similar al cubo de Rubik

La división de las comunidades flamenca, francófona y germanófona ha generado un sistema de partidos atomizado

Recientemente la empresa pública ferroviaria belga NMBS/SNCB solicitaba en un spot comercial que los atascos belgas fueran clasificados como patrimonio de la humanidad de la UNESCO. Es conocida la capacidad de los belgas para reírse de ellos mismos, pero la campaña no andaba mal encaminada. Según el INRIX Traffic Scorecard, los conductores belgas, con 51 horas, son los que más tiempo pierden al año en  embotellamientos de los países europeos analizados. Es otro síntoma de un país en perpetuo atasco político que ha llegado a ser calificado como "Estado fallido" (Politico.eu) debido al deficiente control del mercado de armas y la ineficaz coordinación policial en la lucha antiterrorista que facilitaron los atentados de París. 
 
La división en 1968 de la Universidad Católica de Lovaina, tras las masivas protestas de estudiantes flamencos, en dos entidades separadas por más de 20 kilómetros —una neerlandófona (Lovaina) y otra francófona (Lovaina la Nueva)— inició el proceso de descentralización belga. A través de seis reformas constitucionales, el entramado institucional ha ido ganando complejidad al superponer distintos niveles administrativos (regiones y comunidades) y dividir prácticamente todas las entidades del país entre las comunidades flamenca, francófona y germanófona. Entre estas instituciones se encuentran las formaciones políticas que se escindieron en organizaciones hermanas flamencas y francófonas. El sistema de partidos se ha atomizado hasta el punto de que hoy la Cámara de Representantes cuenta con 13 partidos (siete francófonos y seis flamencos) ninguno de los cuales supera el 21% del voto. 
 
Ello ha llevado a que la disfuncionalidad de la política belga comience a ser tan conocida como la cerveza, el chocolate o los gofres locales. Paradigmático es el caso de las negociaciones para la formación de gobierno a nivel federal. Si tras las elecciones de 2007 fueron necesarios 194 días para formar un coalición de gobierno, en 2010 las disputas lingüísticas en los alrededores de Bruselas (Brussels-Halle-Vilvoorde) propiciaron que Bélgica batiera el récord mundial de tiempo sin constituir gobierno con 589 días, superando al Irak post-Sadam Hussein. Para ello el rey Alberto II solicitó a siete figuras pertenecientes a cinco partidos diferentes que asumieran el rol de mediador con la intención de que trataran de formar mayorías parlamentarias para la investidura. El último de ellos fue el líder del Partido Socialista francófono, Elio di Rupo, que necesitó medio año para acordar un gobierno presidido por él mismo y formado por seis partidos que representaban a socialdemócratas, cristianodemócratas y liberales de ambos grupos lingüísticos. La fuerza más votada, la independentista flamenca N-VA, se autoexcluyó. De esta manera di Rupo se convirtió en el primer líder francófono del gobierno belga desde los años 60.
 
La disfuncionalidad de la política belga empieza a ser tan conocida como el chocolate y los gofres
Tras las elecciones federales de mayo de 2014 solo fueron necesarios cuatro meses y medio para formar un Gobierno liderado por el liberal francófono Charles Michel, cuyo Movimiento Reformador obtuvo un 9,3% de los votos. El nuevo Gobierno fue apodado "coalición sueca" por los cuatro partidos que lo conforman: liberales francófonos y flamencos, democristianos flamencos y, por vez primera, la ultranacionalista N-VA flamenca, el partido más votado en Bélgica y dominante en el Gobierno actual. El Ejecutivo también ha sido denominado "coalición kamikaze" por las tensiones que se avistaban con los sindicatos y la región de Valonia. Este Gobierno rompe con la tradicional simetría entre partidos hermanos, ya que está formado por tres fuerzas flamencas y una francófona y cuenta con ministros independentistas.