19/3/2024
Literatura

Charlotte Brontë. El oscuro encanto de la autoficción

Se cumple el segundo centenario del nacimiento de la autora de Jane Eyre y se reeditan su obra maestra y la biografía más completa

Ana Llurba - 29/04/2016 - Número 31
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Charlotte Brontë. El oscuro encanto de la autoficción
HULTON ARCHIVE / GETTY IMAGES
Tres jóvenes hermanas cuyas pieles pálidas contrastan con su lóbregos atuendos y peinados victorianos. Las tres están reunidas alrededor de un libro y sus miradas están desviadas hacia afuera del marco, como si estuvieran distraídas y pudieran ver más allá de la oscuridad que las rodea. Y en el medio aparece una sombra, la silueta de un hombre. Es la presencia fantasmal de Branwell, el único hermano  de Charlotte, Emily y Anne Brontë y a quien la posteridad solo recuerda por esta siniestra obra donde la invisibilidad pictórica del autorretratado se adelanta varios siglos al lugar secundario que la historia le asignaría. Este inquietante retrato de familia condensa, más en lo que sugiere que en lo que muestra, el oscuro sino de una de las familias más míticas de la literatura anglosajona, de la que todavía hoy se siguen alumbrando partes de un puzle literario y biográfico incompleto. 

Charlotte Brontë (1816 - 1855) fue la tercera de seis hermanos: Maria y Elizabeth, que murieron de tuberculosis antes de llegar a la adolescencia, Branwell (1817 - 1848), Emily (1818 - 1848) y Anne (1820-1849), sus también célebres hermanas, autoras de novelas paradigmáticas del canon del siglo XIX: Cumbres borrascosas (1847) y Agnes Grey (1847), respectivamente.

Maria Branwell, su madre, falleció en 1821 cuando Charlotte tenía cinco años y su padre, Patrick Brontë, fue un párroco anglicano que se dedicó a la escritura y el ejercicio de la polémica. Inspirado por las ideas de Rousseau, crio a su extensa prole en la austeridad porque deseaba que sus hijos “fueran fuertes e indiferentes a los placeres de la comida y el vestido”, como señala Elizabeth Gaskell —amiga personal de la biografiada— en Vida de Charlotte Brontë (Alba, 2016), la biografía oficial de la escritora, que fuera encargada por su padre, inmediatamente después de la muerte de su hija.

Las Brontë pertenecen a una estirpe de escritores, de las más oscuras de la literatura anglosajona

Aislados del resto de su comunidad, tratados como adultos desde pequeños, los hermanos desarrollaron una gran actividad creativa desde la infancia, como está documentado en El mundo interior. Las hermanas Brontë en Haworth (Juliet Gardiner, Paidós Ibérica, 1995). Poco tiempo después de que la madre muriera, en 1824, las cuatro hijas mayores de la familia Brontë fueron enviadas a Cowan Bridge, una escuela para hijas de clérigos. Debido a las insalubres condiciones de la institución y a los malos tratos recibidos por las profesoras, contrajeron la tuberculosis Elizabeth y Maria, que fallecieron poco después a causa de esa enfermedad. Dos décadas más tarde, sus otras dos hermanas, Emily y Anne, su único hermano Branwell y ella misma murieron en el periodo de solo siete años de lo que Thoreau llamó “la fiebre tísica de la consumación”.

Experiencia y literatura

En 1837, a los 21 años, Charlotte Brontë envió sus primeros escritos al poeta Robert Southey. La contestación fue veloz y lapidaria: “Señorita, la literatura no es asunto de mujeres, y no debería serlo nunca”, tal como relatara Lyndall Gordon en Charlotte Brontë. Una vida apasionada (Tusquets, 1995). Diez años después, en 1847,  publicaría su primera novela, Jane Eyre bajo el seudónimo de género neutro Currer Bell, al igual que sus hermanas Emily y Anne para evitar que los editores las discriminaran por ser mujeres. La novela tuvo un éxito instantáneo, y hasta que el editor conoció personalmente a la autora no se supo quién la firmaba y se especuló con que la hubieran creado a dúo un hombre y una mujer.

Colmada de un imaginario gótico y siniestro, la trama de Jane Eyre recreó de manera eficaz los tópicos de la sensibilidad romántica: una huérfana, maltratada por su familia y la institución educativa, es desterrada a una intemperie emocional y económica, sufre  diferentes tipos de encierro y castigos, una propiedad casi deshabitada que oculta un secreto, un héroe de características byronescas, un romance turbulento, una presencia extraña y, finalmente, una mansión en llamas.

Lo que más llama la atención es la sólida ejecución de la primera persona, que como señalara Joyce Carol Oates (Jane Eyre. An Introduction, 1985) se diferencia del uso fatigosamente retórico en Charles Dickens o Mary Shelley “por su autoridad, la resonancia y la inimitable voz de su heroína”.

Además, debido a las coincidencias con diferentes experiencias y personas importantes en la vida de la hermana mayor de las Brontë, con el tiempo la novela se consolidó como una autoficción, un reflejo deformado de la vida de Charlotte, una biografía en clave ficcional. Una recreación, por ejemplo, de los años sufridos en el internado Cowan Bridge y con las prácticas reformatorias del tenebroso orfanato Lowood. Allí, Jane Eyre se formó como institutriz, al igual que la autora.

A grandes rasgos la vida de Charlotte, al igual que la de sus hermanas, estuvo marcada por la sumisión y la conformidad con su entorno social. Virginia Woolf (El lector común, Lumen, 2010) se refirió a ella así: “Cuando pensemos en ella  tenemos que imaginar a alguien que no tuvo suerte en nuestro mundo moderno; nuestras mentes deben remontarse hasta la década de 1850, hasta una remota casa parroquial en los agrestes páramos de Yorkshire. En esa casa parroquial, y sobre esos páramos, desgraciada y sola, en su pobreza y su exaltación, permanece para siempre”.

Sin embargo, esto contrasta con la independencia de Jane Eyre, su voluntad de tomar decisiones y resistencia a la dominación, dentro del poco margen de maniobra que se le concede al personaje. La protagonista trabaja de maestra y de institutriz y lucha contra el sentido de inferioridad que otros quieren inculcarle. Y, vista más de cerca, la vida de Charlotte Brontë se correspondía con esta visión: rechazó tres propuestas de matrimonio porque sabía que sus pretendientes no la veían como a una igual, sino que buscaban una esposa.

En la trama de Jane Eyre la escritora recreó de manera eficaz los tópicos de la sensibilidad romántica

Esa primera persona de Jane Eyre es un modelo heroico de la  lucha por la identidad y por superar sus condicionamientos sociales y morales. Las relecturas contemporáneas de la vida de Charlotte Brontë cuestionan el mito romántico de la autora sufrida y dócil hija de un párroco anglicano. Así lo hizo Lyndall Gordon en Charlotte Brontë, una vida apasionada, quien basándose en la correspondencia y en documentos inéditos desmitifica la “leyenda Brontë”. Allí el biógrafo explora el vínculo con sus no menos célebres hermanas Emily y Anne, pasando por la compleja relación con su hermano Branwell, hasta su amistad con Mary Taylor, una protofeminista, su admiración por Constantin Heger, el director del colegio donde trabajó en Bruselas (de quien se ha revelado en años recientes una cuantiosa correspondencia sentimental) y, finalmente, el apurado matrimonio con Arthur Bell Nicholls, el párroco sustituto de su padre, después de rechazar tres propuestas matrimoniales anteriores. Y todo esto lo hace para dar cuenta de que la intensa vida breve de Charlotte no estuvo solo dedicada a la resignación y al cumplimiento de las normas sociales.

La loca del desván

Jane Eyre revive en continuas reediciones, como la que acaba de salir en Alba, con la rigurosa traducción a cargo de Carmen Martín Gaite, o la de Penguin Clásicos, y en las diferentes adaptaciones cinematográficas, que suman más de 11 —la más reciente es de 2011—. Revive en su legado, como la precuela que Jean Rhys creó en la sensual El ancho mar de los Sargazos (1966) donde indaga en la vida previa a Inglaterra de Bertha Mason, la esposa loca del Sr. Rochester en las Antillas.

Además de la atracción de su singular tensión dramática, otro aspecto interesante es que condensa varios arquetipos e ideas centrales para su siglo. Como afirman las autoras en el prólogo de La loca del desván. La escritora y la imaginación literaria del siglo XIX (Sandra Gilbert y Susana Gubar, Cátedra, 1998), “imágenes de encierro y fuga, fantasías en las que dobles locas hacían de sustitutas asociales de yoes dóciles […] encerradas por la arquitectura de una sociedad aplastantemente patriarcal, la sorprendente consistencia de la literatura escrita por mujeres podía explicarse por un impulso femenino común hacia la lucha por liberarse de un encierro social y literario mediante redefiniciones del yo, el arte y la sociedad”.  Jane Eyre no es solo una entretenida autoficción con ribetes  góticos  sino también una obra clave del XIX: un momento en que las escritoras dejaban de ser una anomalía.

Vida de Charlotte Brontë
Vida de Charlotte Brontë
Elizabeth Gaskell
Traducción de Ángela Pérez
Alba, Barcelona, 2016, 640 págs.
 
Jane Eyre
Jane Eyre
Charlotte Brontë
Traducción de Carmen Martín Gaite
Alba, Barcelona, 2016, 694 págs.