19/3/2024
Internacional

Guerra arqueológica en Jerusalén

La organización pacifista Emek Shaveh acusa a la nacionalista Elad de emplear la arqueología para afianzar el dominio de Israel en el Jerusalén Este palestino

Ramy Wurgaft - 23/10/2015 - Número 6
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Guerra arqueológica en Jerusalén
Excavaciones en Givati.emek shaveh
Los turistas miraban a su alrededor con extrañeza. No sospechaban que para visitar las ruinas de la ciudad bíblica del rey David tuvieran que internarse en una aldea palestina con senderos estrechos, bordeados de higueras polvorientas. Silwán queda a solo 400 metros al sur de la Ciudad Vieja de Jerusalén. Un camino en pendiente conduce hasta el yacimiento arqueológico que se extiende a un costado del pueblo, casi pegado a las casas. 

El guía indica a los turistas que presten la mayor atención, pues la Ciudad de David constituye el núcleo histórico del que surgió, hace más de 3.000 años, Jerusalén. En sus palabras, Jerusalén es “la capital eterna e indivisible del pueblo judío”. Cada tanto, el instructor se desvía del libreto arqueológico para deslizar alguna reflexión de su propio ideario nacionalista. “La situación de hoy es igual que en los tiempos en que el rey David libraba sus batallas. Vivimos rodeados de enemigos que codician Jerusalén, nuestra capital eterna e indivisible. Los palestinos sobre todo... ¡Estamos pues obligados a empuñar la espada!”, exclama.   

Además de ser uno de los sitios históricos más concurridos de Jerusalén —recibe unas 450.000 visitas al año— la Ciudad de David es escenario de un choque de voluntades entre dos organizaciones en las antípodas de la política israelí. De un lado, la fundación religiosa Elad, creada en 1986 con el objetivo de consolidar el dominio israelí en Jerusalén Este, la parte palestina de la ciudad. Del otro, la organización Emek Shaveh, que desde 2007 combate los designios expansionistas de Elad. 

Creada por un grupo de arqueólogos pacifistas, Emek Shaveh acusa a sus rivales de utilizar la arqueología como instrumento para tomar posesión de la cuenca histórica de Jerusalén Este. Un área que comprende, además de la Ciudad de David, la Explanada de las Mezquitas —el tercer lugar más sagrado para los musulmanes después de la Meca y Medina-— y la adyacente plaza del Muro de las Lamentaciones, el santuario más venerado por los judíos.  

Yonathan Mizrachi, director de Emek Shaveh, sostiene que debido a las intensas pasiones religiosas que aviva, la cuenca histórica constituye el epicentro del conflicto palestino-israelí. Los incidentes que se han registrado en los últimos meses en la Explanada de las Mezquitas y sus alrededores, con un saldo de varios muertos y decenas de heridos, le dan la razón. 

Colonos judíos en Silwán

Elad remonta sus orígenes a la visita que hizo su fundador, David Beerí, a las ruinas de la Ciudad de David a principios de los años 80. El excomandante de un cuerpo de elite del Ejército quedó consternado al descubrir que la cuna histórica de Jerusalén estaba cubierta de desperdicios y achacó el lamentable espectáculo a la acción premeditada de los residentes palestinos de Silwán. De inmediato, el exoficial recurrió a sus influyentes amistades en la Municipalidad de Jerusalén y en la Oficina de Bienes Raíces para que autorizaran la instalación de un asentamiento judío en Silwán, aunque hubiera que emplear la fuerza para desalojar a parte de los residentes palestinos de sus hogares. 

“Las acciones de Elad pueden desatar otra revuelta palestina y una escalada bélica en el mundo musulmán” 

La misión primordial de los colonos sería velar por la integridad de la Ciudad de David. Pero Beerí fue aún más lejos: concibió el asentamiento en Silwán —500 judíos en medio de una población hostil de 20.000 palestinos— como base de operaciones para extender la ocupación israelí en la zona palestina de Jerusalén por medio de excavaciones arqueológicas. Uno de esos colonos, Amram Netanel, defiende las actuaciones de la organización nacionalista: “Elad no comete ninguna infracción ni hace daño a nadie en sus esfuerzos por proteger el patrimonio histórico del pueblo judío. Las excavaciones están dentro del marco de la ley. Las denuncias de Emek Shaveh son calumnias”. 

Sin embargo, desde la perspectiva de Emek Shaveh es tan preocupante la colonización parcial de Silwán como la relación simbiótica que se ha establecido entre Elad y la Autoridad de Antigüedades de Israel (AAI). Este último es el organismo estatal que desde su fundación en 1990 es la máxima autoridad en todo lo que concierne a la arqueología en el terreno. Aparte de llevar a cabo sus propias excavaciones, la AAI es la única entidad autorizada para conceder permisos a otras instituciones —israelíes y extranjeras— para hurgar en el suelo de la Tierra Santa. 

Hasta finales de los años 90, la AAI (con la que este corresponsal ha intentado contactar sin éxito en numerosas ocasiones) cumplió meticulosamente con la función de proteger el patrimonio histórico y se mantuvo imparcial en las disputas ideológicas entre los sectores moderados de la sociedad y los grupos de la ultraderecha nacionalista. Como muestra de ello cabe recordar que en 1992 la AAI interpuso su veto al proyecto conjunto de Elad y Ariel Sharon, entonces ministro de Vivienda, de construir 20 edificios de apartamentos en torno a la Ciudad de David. Su rechazo se debía a consideraciones objetivas: en los planos trazados para el vecindario, el yacimiento aparecía reducido a las dimensiones de una caja de cerillas. “Nadie va a convertir uno de los sitios arqueológicos más importantes de Israel en una insignificante miniatura”, sentenció Amir Drori, entonces director de la AAI.

Finalmente Elad consiguió que la AAI renunciara a sus principios y se adhiriera a los suyos. En un documento publicado en 2014 con el título “Cómo la Autoridad de Arqueología renuncia a sus fueros”, Emek Shaveh describe la metamorfosis que experimentó la AAI al transformarse en un actor subordinado a los planes de sus antiguos adversarios. Las peores certidumbres de Emek Shaveh sobre la complicidad de AAI con Elad se materializaron con el inicio de las excavaciones en la playa de estacionamiento de Givati, un área que se extiende entre la muralla al sur de la Ciudad Vieja y la aldea de Silwán. 

El directorio de la AAI puso a sus más experimentados profesionales a disposición de Elad, a sabiendas de que el proyecto iniciado a finales de 2013 rompía con todos los cánones inscritos en la carta fundacional del organismo. Porque tras la pantalla de una excavación arqueológica convencional el verdadero objetivo de Elad era habilitar el terreno para la construcción del Centro Kedem, un edificio de siete pisos y 16.000 metros cuadrados destinado a alojar las oficinas de la organización, un salón de eventos y tiendas comerciales. 

Violación de las normas

En todas las excavaciones que se llevan a cabo en Israel, a medida que se excava en profundidad van apareciendo objetos y restos arquitectónicos de diferentes culturas. El arqueólogo debe conservar in situ al menos una muestra de cada hallazgo, ya sea una columna bizantina o un altar cananeo. En la excavación del estacionamiento de Givati se violaron estas normas. Bajo la atenta mirada de los capataces de Elad, los arqueólogos desmantelaron parcialmente cinco niveles de ocupación, incluida parte de un vecindario musulmán del periodo abásida (siglos VIII y IX), así como una fastuosa residencia del periodo romano tardío (siglos II y III). Para los capataces de Elad, todos los vestigios que no pertenecían a la edad de oro de la Jerusalén hebrea eran unos añadidos postizos, como los grafitis pintados en las venerables paredes de los monumentos antiguos. Lo que se pretendía era remover todo lo necesario para llegar hasta el estrato donde se hallaran los restos de la Jerusalén de David y de su linaje. 

Pero incluso ese cometido tan pregonado por la fundación merece ser considerado con escepticismo. En vez de exponerlos en un lugar privilegiado, como cabía esperar, los colonos planeaban relegar los hallazgos de la era israelita a la parte subterránea del edificio. De acuerdo con Emek Shaveh, ese detalle ilustra con claridad que incluso la preservación de los restos de la sacrosanta Jerusalén davidiana es pura demagogia. Y que en realidad el objetivo del proyecto de Kedem era levantar una mole de cemento —símbolo rotundo del predominio israelí— a tiro de piedra de la Explanada de las Mezquitas. Es decir, en el cráter de un volcán de pasiones religiosas y nacionalistas cuyas periódicas erupciones han dejado centenares de víctimas a lo largo de las décadas. 

El pacto tácito entre Elad y la AAI se basa en consideraciones prácticas. Los colonos no pueden llevar a cabo sus proyectos arqueológicos sin la aprobación del organismo encargado de autorizarlos. Por su parte, la AAI se estaba quedando sin presupuesto, mientras que Elad nadaba en la abundancia.

De acuerdo con los datos recopilados por Emek Shaveh, la fundación religiosa nacionalista recibió del Gobierno 19 millones de séqueles (unos 4,3 millones de euros) entre enero de 2012 y diciembre de 2013. Esa suma, extraída del bolsillo de los contribuyentes, llegó a las arcas de Elad a través el Ministerio de Turismo e Industria y del Ministerio de Ciencias durante el segundo mandato de Benjamin Netanyahu. Además, en 2012 los colonos recibieron 7,5 millones de séqueles (1,7 millones de euros) en donaciones privadas, sin que se haya dado a conocer el origen de esas aportaciones. Los colonos denominan una parte de las excavaciones que la AAI ejecuta bajo sus órdenes como “trabajo de topos”. 

En agosto de 2014, el guardián de la mezquita de Silwán notó que aparecían grietas en las paredes. Tras una serie de indagaciones de los investigadores de Emek Shaveh, resultó que la AAI excavaba un túnel para conectar el antiguo estanque de Siloé, en el extremo sur de Silwán, con el túnel del Muro de las Lamentaciones en la Ciudad Vieja. Esta galería subterránea atraviesa el barrio musulmán para desembocar en un tramo del Vía Crucis. Siempre acatando las órdenes de Elad, la AAI ha ampliado además los antiguos canales de drenaje de la época romana con el propósito de crear un extenso recorrido turístico bajo la superficie del barrio musulmán de la Ciudad Vieja. 

Un ingeniero que trabaja para Emek Shaveh determinó que las obras, a ras de la superficie,  han debilitado los cimientos de al menos 30 viviendas palestinas. “El propósito de Elad está clarísimo: quieren provocar daños estructurales para que los residentes del barrio musulmán se vean forzados a abandonar sus hogares”, insiste Mizrachi. 

Soberanía de Jerusalén Este 

Emek Shaveh es incapaz de frenar la cruzada de una fundación que cuenta con el respaldo de un frente de instituciones tan poderosas como la Autoridad de Parques Nacionales, la Municipalidad de Jerusalén y los gobiernos de derecha que han conducido el país desde 1996 hasta la fecha. La estrategia que ha trazado esta organización pacifista para al menos contrarrestar los designios de su rival consiste, principalmente, en advertir a la opinión pública de que todas las acciones de Elad en el ámbito de la arqueología van encaminadas en una sola dirección: impedir que palestinos e israelíes resuelvan pacíficamente su disputa en torno a la soberanía de Jerusalén Este.  

Gideon Sulymani, vicedirector de Emek Shaveh, afirma: “Tras este llamamiento de alerta ningún israelí es ajeno a las consecuencias que pueden acarrear las temerarias acciones que Elad emprende en connivencia con los profesionales de la AAI. La arqueología en manos de Elad puede desatar una nueva revuelta palestina en Jerusalén, e incluso una escalada bélica en el mundo musulmán”.  

“No podemos dejar la arqueología en manos de nacionalistas que la explotan para perpetuar el conflicto”

La segunda estrategia para hacer frente a Elad deriva del propio nombre que adoptó la organización de arqueólogos pacifistas. En hebreo Emek Shaveh se traduce literalmente como “llano parejo”, y figurativamente significa “llegar a un acuerdo que satisface a todas las partes”. Para tal fin, la organización propone redactar un convenio sobre el ejercicio de la arqueología en Jerusalén que cuente con la adhesión de todos. La iniciativa de Emek Shaveh toma como precedente el documento que suscribió el Grupo de Trabajo Israelí Palestino para la Arqueología (GTIPA) en 2005.

Su objetivo era establecer “un área protegida de herencia histórica” en la cuenca de Jerusalén Este. De acuerdo con ese escrito, la actividad arqueológica emprendida por cualquiera de las partes se llevaría a cabo en completa transparencia, sin acciones unilaterales ni cláusulas secretas. La subordinación de la AAI a los mandatos de Elad echó por tierra aquel intento. “Es muy complicado instaurar un modelo de trabajo contrario al de Elad, pero no podemos lavarnos las manos y dejar que la arqueología se convierta en monopolio de los grupos nacionalistas que la explotan para perpetuar el conflicto con los palestinos. Todo ello en aras de un proyecto mesiánico como el de restaurar el reino de David”, concluye Mizrachi.