La transparente opacidad de la Iglesia española
La Conferencia Episcopal presenta unas cuentas confusas e infladas y presume de crear riqueza
Dice Juan Ignacio Bartolomé, vicepresidente de Economistas Frente a la Crisis, que “aportar cifras económicas sin explicar detalladamente la metodología utilizada es el mejor ejemplo de falta de transparencia". Quizás por eso sea tan difícil bucear en los datos de la “Memoria Anual de Actividades de la Iglesia Católica en España” que la Conferencia Episcopal presentó la semana pasada, un amasijo de cifras de difícil justificación con una llamativa conclusión: la actividad de la institución eclesiástica, dice el informe, genera cada año más de 33.520 millones de euros, es decir, un 3,17% del PIB, y sostiene al menos 359.300 empleos directos e indirectos.
De acuerdo con las valoraciones de los expertos consultados por AHORA, un acercamiento desde el punto de vista económico refleja que el informe, que nace con una supuesta vocación de transparencia, utiliza una metodología, al menos, confusa y que las cifras parecen infladas para arrojar unas conclusiones de imposible comprobación. Un acercamiento desde el punto de vista conceptual cuestiona las bases mismas de la “Memoria”, en cuanto la Iglesia se atribuye como propios los beneficios de un patrimonio común mantenido con el dinero de todos.
Visitas turísticas
Porque esas cifras, esos 33.520 millones, son las principales, derivadas, según la Iglesia, del movimiento económico que generan las visitas turísticas a su patrimonio cultural por un lado (catedrales, iglesias, santuarios…), que cuantifica en 22.620 millones, y a las fiestas y celebraciones religiosas (Semana Santa, romerías…) por otro, que cifran en 9.900. Es decir, quienes van a Burgos y visitan su catedral, cenan en un restaurante cercano, se alojan en un hotel y consumen gasolina para su viaje generan un determinado movimiento de dinero del que la Iglesia se atribuye el mérito; igual que se atribuye lo que genera una visita a la Semana Santa sevillana, aunque gran parte de la inversión para hacerla posible parta del Ayuntamiento. Pero hay más números en ese informe. La Conferencia Episcopal mantiene que a esa ingente cantidad de dinero habría que añadir muy diferentes partidas de cuya existencia también se apropia en exclusiva: desde los casi 5.000 millones de euros que se mueven en las bodas, bautizos y comuniones que se celebran cada año hasta los casi 2.700 millones que, dicen, ahorran al Estado los colegios católicos concertados, pasando por los 11 millones que costaría la comida que dispensa en sus comedores sociales.
Con el dinero de todos
Para Francisco Delgado, presidente de la asociación Europa Laica, que tiene como objetivo confeso el establecimiento de un marco jurídico que garantice el pluralismo ideológico en pie de igualdad y evite cualquier injerencia religiosa que implique ventajas o privilegios en el Estado de derecho, el informe es una “milonga”. A su juicio, es el Estado el que debería contestar, al ver cómo una “entidad privada” se atribuye una riqueza que no es suya. “Quien ha creado ese patrimonio del que presume ha sido el Estado desde hace cinco o seis siglos, con dinero de todos, fueran creyentes o no. Y el 70 o el 80% de su mantenimiento es ahora, también, obra de las administraciones públicas.” La propia Iglesia reconoce que su inversión en labores de mantenimiento y rehabilitación fue en 2014 (año al que se refieren las cifras de la Memoria) de 50 millones de euros, mientras el Estado se gasta cada año unos 600 por ese concepto, según los cálculos de Europa Laica.
La Iglesia se atribuye la actividad económica global que generan las visitas a catedrales o a la Semana Santa
También Juan Ignacio Bartolomé, antes de entrar a valorar las cifras, vierte una reflexión similar: “Niego la mayor”, dice, porque el supuesto patrimonio de la Iglesia es, a su juicio, de todos los españoles: “Otra cosa es que la Iglesia se haya apropiado de él como de tantas otras cosas”. Como se apropia, coinciden en señalar tanto Delgado como Bartolomé, del dinero que cobran por la visita a muchos de esos bienes inmuebles y que no declaran, es decir, que ingresan “en negro”, al igual que las limosnas que reciben. “La Iglesia no solo no le ahorra dinero al Estado, sino que le cuesta, y mucho”, añade el presidente de Europa Laica.
Pero Bartolomé también pone sobre la mesa argumentos económicos al cuestionar la fiabilidad del informe. Por un lado, duda de la metodología empleada para realizar determinados cálculos, por ejemplo los referidos a la riqueza que generan las visitas turísticas a los bienes de la Iglesia. En su opinión, si es difícil deslindar en qué medida un turista visita Burgos por su catedral o por el conjunto de sus atractivos, de la misma forma resulta un cálculo muy “audaz” atribuirse los gastos de esa persona durante su estancia en la ciudad.
Igualmente discutibles, en opinión de este economista, son las cifras que de ahí se extraen. La Conferencia Episcopal divide, por ejemplo, los 22.620 millones que generan las visitas a su patrimonio en “impacto directo”, que asciende a 11.170 millones; “indirecto”, 5.000; e “inducido”, 6.450 millones. El directo, de acuerdo con la metodología habitual en este tipo de cálculos, derivaría de multiplicar el número de visitantes de una catedral por la media de dinero que, según las estadísticas, se deja un turista en cada lugar. El indirecto podría referirse a los gastos que esa inversión del turista obliga a hacer a los dueños de los restaurantes cercanos para abastecerse de los medios necesarios para prestar servicio. Aunque de más difícil cuantificación, explica este economista, existen ratios para calcular cuánto impacto indirecto tiene cada euro de impacto directo. Pero el impacto inducido, añade, no solo es un concepto difuso —“no sé a qué se refiere”—, sino de imposible cuantificación: “Quien tenga los ratios para calcularlos, que los publique, para que los conozcamos todos los economistas”, añade Bartolomé, quien cree que se trata, sin más, de un truco contable para inflar las cifras.
Bodas, bautizos y comuniones
Tampoco supera el análisis económico la partida con que la Iglesia dice contribuir a la riqueza nacional por la celebración de 52.500 bodas, 244.000 comuniones y 240.000 bautizos al año. Según el informe, esos eventos mueven casi 5.000 millones de euros, entre los que se incluye desde el gasto en el banquete hasta la confección de prendas que llevan novios e invitados o la impresión de invitaciones. “En economía —explica Bartolomé— existe un concepto que es el valor que tú añades. Es decir, y aplicado a este caso: la gente se casa y, si no existiera la Iglesia, se seguiría casando y el gasto sería prácticamente el mismo. La Iglesia es un mero instrumento que aporta un valor muy reducido, quizás lo que cobre por una ceremonia y poco más. Es eso lo que podría exhibir como valor que aporta.” Otra cosa son los bautizos y comuniones, pero lo que es llamativo no es lo que producen, sino, según Delgado, de Europa Laica, “que tengamos que sufragarlos entre todos”, a través del dinero con que el Estado financia la Iglesia. El también economista Juan Torres López cree que el informe es una “exageración y, como tal, falto de medida y ponderación”, en contraposición con otros datos “que sí son ponderables, como lo que se ahorra la Iglesia por la exención del pago del IBI o ingresa por otros privilegios de los que goza”. A su juicio, una contabilidad honesta debería tener en cuenta también “la fuente originaria del valor que se aporta”, es decir, no olvidar que gran parte de esos inmuebles, “en los que la sociedad ha invertido terrenos, mano de obra y tiempo, le han sido donados”.
La “Memoria” parece, efectivamente, un totum revolutum en el que es difícil separar el grano de la paja. Salvo en un aspecto: el libro —90 páginas, por primera vez editado en papel— solo hace referencia, en el capítulo de ingresos, a los 250 millones que la Iglesia recibe a través de los contribuyentes que marcan la X correspondiente en sus declaraciones de IRPF. Ni una sola mención a los ingresos que, por otras vías, recibe desde el Estado y que Europa Laica cifra en 11.000 millones al año.
Esta asociación calcula que la Iglesia se ahorra unos 2.000 millones de euros cada ejercicio por diversas bonificaciones tributarias, como la exención de pagar el Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI); que los centros educativos católicos concertados reciben otros 4.300 millones más 600 los profesores que imparten religión; que para obra social y asistencial ingresa de las diversas administraciones públicas otros 2.000 millones “que utiliza, además de su labor de caridad, para hacer proselitismo y propaganda política”; que sus hospitales reciben 900 millones; que las cesiones de suelo público y las donaciones directas o indirectas podrían alcanzar los 300 millones; o que el Estado ayuda con unos 600 millones a la Iglesia para el mantenimiento de su patrimonio. Dinero, todo, procedente de las arcas públicas o que estas, como en el caso de las exenciones fiscales, dejan de ingresar. Es decir, dinero con el que todos los ciudadanos y ciudadanas, independientemente de su confesión religiosa, contribuyen al mantenimiento de la Iglesia.
Los expertos califican de exageración o milonga la “Memoria” episcopal que alardea de crear el 3,17% del PIB
¿Por qué excluir esos datos de la “Memoria”? Fernando Giménez Barriocanal, vicesecretario para Asuntos Económicos de la Conferencia Episcopal, recuerda, en declaraciones a AHORA, que la publicación del informe viene obligada por el acuerdo alcanzado en diciembre de 2006 entre el gobierno y la Nunciatura Apostólica, por el que la Iglesia se compromete a presentar una memoria anual justificativa del dinero recibido del Estado y el destino que le da. Fue una de las exigencias que el entonces gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero impuso a la institución religiosa cuando, en esas mismas fechas, cambió el sistema de asignación tributaria: antes, la X del IRPF solo suponía el 0,5239% de cada declaración, pero el Estado se comprometía a añadir lo que fuera necesario para que la Iglesia siguiera recibiendo “recursos de cuantía similar” a los de años anteriores. La nueva legislación, a cambio de que la Iglesia asumiera el riesgo de recibir solo lo que los ciudadanos quisieran, aumentó el porcentaje de la asignación hasta el 0,7%. La Iglesia entiende, según Giménez Barriocanal, que su obligación al redactar la “Memoria” es dar cuenta de solo esos 250 millones procedentes de la X del IRPF. Ninguno ha ido en 2014 —asegura— a financiar 13TV ni la COPE, los dos medios con los que la Iglesia española hace más proselitismo político que religioso.
La justificación
Además, aunque desde la Conferencia Episcopal no se entra a discutir si las cifras de Europa Laica son o no ciertas, sí se matiza el concepto. Por ejemplo, en palabras de Giménez Barriocanal, el dinero destinado a los colegios católicos concertados no financia a la Iglesia, sino el derecho de padres y madres a una determinada enseñanza para sus hijos e hijas. Y la exención del IBI, añade, también la disfrutan “la Fundación Alternativas, la FAES, la Federación Española de Fútbol o cualquier otra asociación sin ánimo de lucro sujeta a la Ley de Mecenazgo de 2002”. El propio vicesecretario económico, en una anterior conversación con este periódico, afirmaba que “nadie se ha parado a calcular cuánto IVA ingresa el Estado por la cantidad de turistas que viajan y gastan para ver, por ejemplo, la catedral de Burgos” y que “la cuantificación del ahorro de costes para el Estado por la labor de la Iglesia sería muy compleja, aunque cualquier valoración a la baja podría situar la cifra en varios miles de millones de euros”.
Y eso es, precisamente, lo que parece que pretende cuantificar esta “Memoria”, publicada en plena campaña de declaración de la renta y mientras la campaña “xtantos”, en la que la Iglesia se gasta unos 4 millones de euros, inunda televisiones, medios de comunicación y todo tipo de soportes para pedir a los ciudadanos que marquen su casilla en la declaración. Para tratar de acallar cualquier discusión sobre las cifras, la Iglesia asegura que la Memoria ha recibido el visto bueno de la auditora PWC y que el apartado referido al impacto económico de su actividad es obra de la empresa externa KPMG, dedicada a servicios de auditoría, fiscales y asesoramiento financiero, a la que se dieron instrucciones, asegura Giménez Barriocanal, para que emitiera un estudio conservador en sus resultados, es decir, que en caso de duda se quedaran cortos. Sin embargo, el informe cuantifica incluso lo que valdrían, con precios “de mercado”, las horas que el personal de la Iglesia dedica a catequesis, sacramentos, cursillos o atención a enfermos: 47,6 millones de horas costarían unos 2.001 millones de euros, pero la Iglesia, dice, se basta con una inversión de 886 para poner toda esa maquinaria pastoral en marcha. Además, ahorra.