Puñetazos al aire
Golpes de gracia recrea el fracaso de dos amigos convertidos en enemigos a los que la Guerra Civil colocó en bandos opuestos
En Golpes de gracia, Joxemari Iturralde sienta a Hemingway en la primera fila del Velódromo de Invierno, donde asiste a una victoria por KO de Uzcudun contra un boxeador belga. Ya en el vestuario, el escritor presencia el saludo entre Uzcudun e Isidoro Gaztañaga, los dos protagonistas del libro. “Mira, Paulino. Este viene también de nuestra tierra”, le dicen al “leñador vasco”. “Su caserío está en Ibarra, a 10 kilómetros del tuyo. […] También es boxeador. Está empezando.” Gaztañaga añade: “Era aizkolari. También yo empecé con el hacha.”
Uzcudun fue el primero de los dos en dejar de cortar troncos para buscar fortuna en el boxeo. Por ocho meses de trabajo como aizkolari le pagaban 1.500 pesetas; aguantar 30 minutos en el cuadrilátero suponía unos ingresos de 2.000. La ruta al dinero fácil iba del País Vasco a París, donde estaba afincado el doctor Goiti, vicepresidente del club cultural-deportivo GU. El doctor Goiti alojaba a quienes acudían a él y los sostenía económicamente mientras se entrenaban. “Triunfaré como boxeador”, le dijo Uzcudun, y comenzó a ganar combates en París, en varias ciudades españolas, en Londres, en América.
“América era la meca del boxeo, el país donde el dinero corría a raudales, el lugar donde se forjaban los campeones del mundo.” Uzcudun, tres veces campeón de Europa, pasó de ser un chico de pueblo a acostarse con actrices de Hollywood. Así llegó su primera caída: las fiestas, el alcohol y las derrotas ante rivales fáciles. “Es hora de regresar y empezar de nuevo en Europa”, zanjó su mánager. Tocaba empezar de nuevo para no regresar a los troncos. Nunca lo haría, porque volvió a ganar combates, pero ya se había convertido en un juguete roto.
Pese a sus vidas cruzadas, Uzcudun y Gaztañaga nunca se enfrentaron en el cuadrilátero
A Gaztañaga le ocurrió lo mismo que a Uzcudun. Salido de Guipúzcoa, también llegó al boxeo por la ruta del doctor Goiti. Con 22 años, sus rivales solo le duraban unos asaltos. Para las mujeres españolas, era el boxeador guapo. En Estados Unidos, The New York Times lo recibió como “el hombre capaz de derribar de un puñetazo el puente de Brooklyn”. El mítico Joe Louis, en los inicios de su carrera, evitó pelear con Gaztañaga porque se arriesgaba a una derrota innecesaria. El boxeador guapo pasó a ser el bello Izzy para las estadounidenses. Y Gaztañaga no tardó en cambiar los entrenamientos por las juergas. Perdió combates que en condiciones normales hubiera ganado con facilidad. “Oye. Que me voy a casa. Prepara todo”, le dijo a su mánager. Otro juguete roto.
Joxemari Iturralde (Tolosa, 1951) supo de la historia de estos dos boxeadores por las anécdotas que le contaban sus paisanos. Tomó notas hasta que vio que ahí había una novela, que no una crónica. En Golpes de gracia recrea las gestas y los fracasos de dos amigos que se convirtieron en enemigos y a los que la Guerra Civil ubicó en dos bandos contrarios. “Todo lo que cuento está contrastado —dijo Iturralde en la presentación del libro en Madrid—, solo pongo ficción en los encuentros con mujeres o diálogos que imagino.” Pero él escribe novelas y no tenía ningún interés en hacer un relato periodístico.
Cada capítulo se titula con un nombre de mujer, nombres que pasaron por las vidas de Uzcudun y Gaztañaga. “Otra vez la juerga, la bebida y la mujeres. Era una rueda sin fin”: es la frase de Iturralde que resume el libro. Publicado originalmente en euskera con el título Perlak, kolpeak, musuak, traizioak [Perlas, golpes, besos y traiciones], el autor vasco ha reescrito su novela al castellano por sugerencia de Ignacio Martínez de Pisón. “Libre de adjetivos innecesarios y ajeno a todo alarde retórico, el estilo de Iturralde es seco y directo como un punch de izquierda”, dice en el prólogo.
Pese a sus vidas cruzadas, Uzcudun y Gaztañaga nunca se enfrentaron en el cuadrilátero. Primero, porque no les convenía; luego, porque no se podían ni ver. Finalmente, porque vino la guerra. Uzcudun se enroló con los falangistas tras evitar a unos anarquistas que lo querían matar. Fue un símbolo del franquismo. Iturralde no incluye, porque no pudo confirmarlos, crueles sucesos que el boxeador de Tolosa habría protagonizado durante la guerra.
Gaztañaga, a quien le tocó ser un icono republicano, murió con 38 años en un bar en Argentina, sin poder regresar a España. Se encontraba en la barra cuando apareció un marido burlado para desafiarlo. El vasco se dispuso a quitarse la chaqueta, pensando que aquello se resolvería a puñetazos, pero tres disparos se lo impidieron. Según contó el diario Informaciones, a Gaztañaga “aún le dio tiempo a soltar un par de puñetazos mientras se caía redondo ante el hombre que le disparó”.
Joxemari Iturralde
Malpaso,
Barcelona, 2016,
163 págs.