19/4/2024
Ideas

«La ortografía es la parte más sensible de la lengua»

Salvador Gutiérrez Ordóñez ocupa el sillón S de la Academia, dirige el departamento de Español al día y coordinó la Ortografía de 2010

Álvaro de Cózar - 11/03/2016 - Número 25
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«La ortografía es la parte más sensible de la lengua»
TERESA RODRÍGUEZ
Salvador Gutiérrez Ordóñez, sillón S de la Real Academia desde julio de 2007, habla de las faltas de ortografía sin el dramatismo que suele verse en muchos periodistas, escritores, intelectuales y troles de internet ante el error ajeno. Este filólogo, director del departamento de Español al día de la RAE, observa todos los cambios que se producen en la lengua. Su trabajo consiste en responder dudas sobre la norma que regula hoy el uso culto de la lengua, pero también en actualizarla y hacer que no esté demasiado lejos de sus hablantes.

La ortografía es capaz de generar discusiones muy acaloradas, sobre todo en internet, cada vez que la
Real Academia decide hacer un cambio. ¿A qué responde tanta tensión?

Siempre ha sido así. Los cambios que se dan en la ortografía generan cierta conmoción y quizá se da con más virulencia ahora con las redes sociales. La ortografía es la parte más sensible de la lengua porque la hemos aprendido a lo largo de la enseñanza con sangre, sudor y lágrimas. Nos la han inculcado con un hierro candente. Todas esas verdades y seguridades que nos enseñaron de una forma tan intensa y que hemos asimilado de una forma tan progresiva, cuando nos las cambian, nos produce una reacción, como si nos arrancaran una uña. Es una reacción normal, esperable.

¿Se cometen ahora más faltas de ortografía que antes?
Hay dos parámetros para medir eso. Uno es el social. El acceso a la educación es mucho mayor. Hablamos ahora de faltas de ortografía, pero hace 50 o 60 años hablábamos de analfabetismo. Desde ese punto de vista no podemos decir que se cometan más faltas de ortografía, sino que ha habido un progreso en la educación y por lo tanto también en la escritura. Por otro lado, lo que sí se observa es una mayor relajación, una menor exigencia en los niveles de enseñanza. Los de mi generación decíamos que para hacer el ingreso en el bachillerato, y esto era entonces a los 11 años o 12 años, nos permitían solo tres faltas. La sociedad sigue siendo exigente. Si alguien quiere entrar en la Policía le hacen unos exámenes en los que la ortografía cuenta mucho; ningún jefe quiere que su empleado cometa faltas cuando tiene que redactar documentos.

¿Influyen en esto de alguna manera los correctores ortográficos?
No hay respuestas absolutas, pero creo que no. La influencia es menor. Todos los que hemos aprendido ortografía adecuadamente no cometemos más faltas por mandarnos whatsapps o correos electrónicos.

“Los cambios en la ortografía generan cierta conmoción, quizá con más virulencia en las redes”

¿Entonces cómo se explica que incluso cuando se conoce la norma se cometan algunas faltas garrafales?
Ese tipo de errores tienen que ver más con la relajación. Aprendemos desde niños miles de cosas, nombres de capitales, ríos, normas ortográficas. A veces se nos olvida algo que sabíamos, nos entran dudas. A mí a veces me pasa que estoy estudiando un texto medieval y ahí hay un baile continuo de bes y uves y haches y luego tengo dudas. Es normal que pasen estas cosas, las dudas, los olvidos, esos errores son algo ocasional, pero se dan en gente que está trabajando con el lenguaje. Es necesario un repaso.

El hablante sabe que hay unas normas que cumplir, pero no que la lengua está continuamente cambiando, que es algo vivo.
Efectivamente, es un ser vivo que evoluciona año a año, mes a mes, día a día, hora a hora, minuto a minuto. En la prensa cada día vemos palabras que no se utilizaban y que ahora se emplean todos los días. Por ejemplo, zasca. Hay otras palabras que se generalizan o que eran de un ámbito y saltan a otro. Es una institución cultural y todas las instituciones de la cultura van modificándose como lo hace el hombre y como se modifica la realidad.

¿Y entonces? ¿Por qué tanto revuelo cada vez que la Academia acepta una palabra nueva o modifica una norma?
Lo que sucede es que la lengua oral cambia de una manera suave, la modificamos poco a poco, casi de forma imperceptible. Pero la lengua escrita cambia, digámoslo así, por decreto. Al modificarse la lengua oral, poco a poco va separándose de la lengua escrita. Por lo tanto, para acercar la lengua escrita a la oral, hay que tomar decisiones. Ahora esas decisiones las toman las academias, en el Renacimiento eran los impresores, que tuvieron mucha importancia para la ortografía.

¿Tiene entonces sentido hablar de errores en el habla?
Los errores van en contra de una norma. En el leguaje oral hay una forma de hablar más correcta y otra más vulgar, lo que llamaban los latinos el servo vulgaris. La metátesis (trasposición de sonidos) de me se en lugar de se me, por ejemplo, pertenece al pueblo pero no es aceptada por el lenguaje culto. Hay por tanto una violación de la norma. Ahora bien, podría llegar a extenderse tanto que acabara triunfando. Pasa con otros fenómenos, por ejemplo, el dequeísmo. Nos suena mal, pero hace 30 años nos sonaba fatal. Expresiones como es por eso que, en lugar de es por eso por lo que, se están generalizando, no solo en la zona de Valencia sino en toda Hispanoamérica, donde ese que galicado está muy extendido.

“La lengua es un ser vivo que evoluciona año a año, mes a mes, día a día, hora a hora, minuto a minuto”

¿Cómo es el procedimiento para hacer esas modificaciones?
Los académicos somos notarios que damos fe de lo que es aceptado y lo que es rechazado por el pueblo. En cuanto a la ortografía, lo que se intenta es hacer una más científica, más coherente, más regulada. Es lo que pasaba con las mayúsculas, no había regulación y veías documentos con un exceso de mayúsculas y otros sin ellas. Se intentó establecer unas normas, que a veces tenían unas líneas un poco difusas, como todas las normas, pero con eso lo que se intentaba era ganar claridad, seguridad, saber qué hacer en cada momento. Tenemos un departamento de Español al día donde las nuevas palabras, los nuevos sentidos se estudian desde un punto de vista técnico y se van haciendo propuestas. Luego son los académicos de aquí y los de América los que deciden. Se inicia un proceso en el que se discuten los cambios, se ve la conveniencia de adoptarlos y se terminan aprobando. La nueva ortografía la aprobó, por ejemplo, la asamblea de directores de todas las academias en Guadalajara, México, en 2010.

Pero no todo el mundo ha adoptado las nuevas normas. El adverbio solo sigue escribiéndose con tilde en los periódicos, por ejemplo.
Los que no son partidarios de quitar la tilde a solo ponen siempre el ejemplo de “tomé un café solo”. Bueno, pues claro que sí. Es rara la ambigüedad, pero si se da es el contexto el que da la solución. Si abrimos el diccionario nos encontramos con palabras con un montón de sentidos. Si a cada palabra tuviéramos que ponerle una tilde para diferenciarla de otra lo complicaríamos todo. La idea es simplificar.
 
Esta entrevista aparece con todos sus signos de interrogación, pero cada vez se hace más raro ver el signo de interrogación de apertura, sobre todo en e-mails y mensajes por móvil. ¿Acabará perdiéndose?
El signo de interrogación de apertura es un rasgo típico del español, como la eñe. Cuando hablamos en WhatsApp no es tan fácil encontrarlo y a veces hay que poner un signo de cierre al principio y al final. Ahí deberíamos protestar. El signo ayuda a saber cuándo comienza una pregunta. Creo que sigue empleándose correctamente. Ahora bien, es indudable que el contacto con otras lenguas puede hacer que se pierda. Lo que tienen los correos electrónicos es que son más rápidos, más ágiles y menos corregidos. Hay una sensación de fugacidad que luego no es tanto. Se guarda todo y eso a veces, como en Twitter, puede acabar con muchas carreras.