Angelika Schrobsdorff. Una madre completamente distinta
La escritora recupera las cartas de su madre y testimonios de quienes la conocieron para escribir esta extraodinaria novela
El pasado vuelve y enreda, compromete a reconstruir una historia que el tiempo y el olvido dejaron incompleta. En El cuarto de atrás (1978), Carmen Martín Gaite (Salamanca, 1925 - Madrid, 2000) hacía un ejercicio de memoria para recordar su juventud y se imaginaba el pasado como un desván en el cerebro, como una especie de recinto secreto lleno de trastos borrosos, escondido detrás de una pesada cortina que solo se descorre de vez en cuando. “Los recuerdos —escribió— viven agazapados en el cuarto de atrás, siempre salen de allí, y sólo cuando quieren, no sirve hostigarlos”. Algo así debió de ocurrirle a Schrobsdorff con la historia de su madre. Quizá ese cuarto de atrás lleno de trastos borrosos existiera de verdad en su casa y no solo en su cerebro, puede que fuera una habitación secreta y llena de polvo que guardaba las cajas con las cartas que su madre escribió durante toda su vida y que ayudaron a la escritora a reconstruir su historia y la de la Alemania de la primera mitad del siglo XX.
Un árbol de Navidad
Todo comenzó en el salón de una familia judía una mañana de Navidad de finales del siglo XIX en torno a un abeto cubierto de bolitas de colores y espumillón. La niña que fue Else Kirschner, la madre de Angelika Schrobsdorff, se empeñó en tener un árbol como todos los niños cristianos de su clase, pero sus padres no lo veían nada claro. Else rabió y sollozó hasta que le trajeron uno pequeño. Cuando estaba a punto de cantar “Noche de paz”, sonó el timbre. El padre de Else supo en ese instante que quien llamaba a la puerta era su padre, el abuelo de Else, de barba blanca abierta en abanico y gran sombrero negro, y corriendo agarró el arbolito y lo arrojó al cuarto de las escobas. Muchos años después, se arrepentiría de aquel gesto, pues supo que fue lo que desencadenó una vida “completamente distinta” a la que había imaginado para su hija.
Es un relato conmovedor sobre la madre de la escritora y sobre la Alemania de la primera mitad del siglo XX
Schrobsdorff vuelve una y otra vez a la palabra “autenticidad” para describir a su madre. “Else era —en un mundo de autoengaño, de disimulo y de hipocresía— tan auténtica y elemental como solo puede serlo una criatura de la naturaleza.” A su madre le gustaba más verse como una mujer nueva, insólita y sospechosa, “me salía del marco, por así decir”. Era una mujer fuerte que tuvo que hacerse sus propias leyes para sobrevivir y llevar la vida que quería llevar. Al principio, Else ansiaba conocerlo todo: teatro, óperas, conciertos, libros, la ciudad de Berlín de un extremo a otro. Desde su juventud estuvo fascinada por la vida desplegada ante sus ojos, por las miradas que le lanzaban los jóvenes, por las calles llenas de bullicio y agitación, por todo lo que el mundo tenía que ofrecerle más allá de los muros de un hogar judío. Quería también buscar su propio marido y no el “pez muerto” que sus padres le imponían. En lugar de a uno, Else encontró a tres esposos diferentes (Fritz, Hans y Erich) a los que amó y con los que tuvo tres hijos (Peter, Bettina y Angelika), uno con cada uno.
Amor en Berlín, años 20
Else disfrutó de los locosaños 20 en un Berlín que, inconsciente ante la amenaza de Hitler, bullía de deseo. Para Else el amor siempre tuvo prioridad por encima de todas las cosas: “Siempre había elegido el amor, la alegría, lo ‘completamente distinto’; ¿iba a elegir ahora la seguridad a costa de los tesoros? ¡No, ella no! Solo había esa única vida, con una breve juventud y con muy medidas dosis de felicidad. El futuro era un concepto hipotético […] ¿Blindarse contra la vida en vez de disfrutarla?”. Siempre le quedó la duda de saber si era una mala madre y se preguntó más de una vez cómo debía medirse a una madre: ¿por el deber cumplido o por el amor candente a sus hijos? “¿No bastaba eso? ¿No era eso más determinante que el deber cumplido?”Muestra una realidad alejada de los archivos históricos y que no por ser subjetiva deja de ser verdad
Angelika Schrobsdorff ha escrito un relato conmovedor no solo sobre su madre, sino sobre una época en la que el deseo y la pasión por la vida se vieron arrancadas de golpe por el nazismo. En Tú no eres como otras madres, el pasado aparece de manera frontal y Schrobsdorff sale a buscar los recuerdos de aquellos que aún siguen vivos (su hermana, las amigas de su madre) y vuelve a la voz en las cartas de su madre para poder reconstruir su historia. Los testigos son capaces de hacer algo que la historia no puede: mostrar una verdad que está lejos de los archivos históricos, pero que no por subjetiva deja de ser igual de verdadera.
Angelika Schrobsdorff
Traducción de Richard Gros, Errata Naturae y Periférica,
Madrid, 2016,
592 págs.