28/3/2024
Análisis

La geopolítica al rescate del petróleo

La reunión en Doha entre Arabia Saudí, Rusia, Venezuela y Qatar es un intento desesperado de frenar la caída del crudo

Mariano Marzo - 26/02/2016 - Número 23
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La geopolítica al rescate del petróleo
Ministros de Arabia Saudí y Rusia en Doha. EFE / STR ; O. MORVAN / AFP / GETTY
El pasado 16 de febrero, Arabia Saudí, Qatar, Rusia y Venezuela acordaban en Doha congelar su producción, manteniéndola en los niveles alcanzados en enero de 2016, siempre y cuando —advertía el ministro de Energía de Rusia, Alexander Novak— otros productores se sumen a la iniciativa. La mera participación en las conversaciones de Arabia Saudí, el peso pesado y líder a todos los efectos de la OPEP, y el hecho de que los cuatro países involucrados contabilicen más del 25% del suministro global de petróleo despertaron un inusitado interés en los mercados y en la industria petrolera, sumida en una profunda crisis como consecuencia de la caída de los precios del crudo en casi un 75% desde junio de 2014. Resulta oportuno recordar que llevamos alrededor de 600 días sin una recuperación consistente del precio del barril, frente a los 436, 164 y 163 días de duración de las caídas vividas, por ejemplo, durante los ciclos de bajada-subida iniciados en octubre de 1997, agosto de 2006 y julio de 2008, respectivamente. Una situación que no solo resulta insostenible para la industria del petróleo y del gas, sino también para los países productores que enfrentan serios problemas financieros, económicos y de inestabilidad social y política.

Un análisis de los términos del acuerdo suscrito permite concluir que se trata más de una escenificación de una voluntad de actuación que de una decisión firme y eficaz, capaz de reducir drásticamente el exceso de oferta que el mercado lleva experimentado durante más de ocho trimestres consecutivos y que en estos momentos puede cifrarse en cerca de 1,7 millones de barriles diarios (mbd). El mercado global del crudo tiene motivos sobrados para no sentirse impresionado por un movimiento interpretable como un intento desesperado de poner freno a la caída de los precios del crudo, buscando un suelo que permita el posterior rebote.

Irán e Irak disimularon con buenas palabras su firme propósito de seguir aumentando la producción de crudo

Uno de esos motivos es que tres de los cuatro protagonistas del acuerdo (Rusia, Venezuela y Qatar) ya estaban en enero bombeando al máximo, o casi, de sus posibilidades, por lo que congelar la producción en los niveles de esa fecha supone, en realidad, mantener la producción en cifras récord. Según la Agencia Internacional de la Energía (AIE), Rusia alcanzó en enero un nuevo máximo de la era postsoviética, cifrado en 11,22 mbd, mientras que Venezuela se situaba en 2,37 mbd y Qatar en 0,68 mbd. Por su parte, Arabia Saudí produjo a un ritmo medio de 10,19 mbd en enero, ligeramente por encima de los volúmenes de diciembre de 2015, pero todavía 2,05 mbd por debajo de su máxima capacidad.

Expectativas truncadas

Mantener la producción actual no va a hacer nada para evitar que los stocks globales de crudo sigan aumentando. En este sentido, la AIE se ha mostrado contundente en su último análisis: si la OPEP mantuviera plana su producción (el cartel bombeó en enero 32,63 mbd), las existencias crecerían a un ritmo de 2 mbd durante el trimestre en curso, para después descender a 1,5 mbd durante el segundo trimestre y a 0,3 mbd durante la segunda parte del año.

Sin duda, el mercado esperaba más de la reunión de Doha. Las expectativas generadas tras conocerse su convocatoria impulsaron inmediatamente al alza el precio del barril, pero la posterior difusión de la condicionalidad de los compromisos adquiridos enfrió los ánimos, haciendo retroceder de nuevo la cotización del barril. Con posterioridad, la volatilidad ha sido la tónica dominante en los mercados, pendientes de la posibilidad de que Irán e Irak se sumaran al acuerdo. Una opción que hoy por hoy parece lejana: en su respuesta, ambos países han disimulado con buenas palabras su firme propósito de seguir aumentando la producción.

El gobierno de Teherán no se ha recatado en manifestar su apoyo a la propuesta de los cuatro de Doha de congelar la producción, defendiendo al mismo tiempo el derecho que le asiste a aumentar la suya tras dejar atrás un largo periodo de sanciones comerciales impuestas a raíz del contencioso en torno al desarrollo de su programa nuclear. Irán comenzó a incrementar su producción a finales del año pasado, alcanzando los 2,99 mbd en enero (un máximo no logrado desde junio de 2012), y los planes del Gobierno son añadir otros 0,5 mbd en los próximos seis meses.

La coartada de Teherán

La postura de Irán parece crítica para el futuro del acuerdo de Doha. Algunas fuentes han destacado las declaraciones de un ministro iraní que afirmaba que su país congelaría la producción, pero solo después de que esta haya recuperado el nivel previo a las sanciones. Una declaración de intenciones que, en el caso de concretarse, echaría a perder el acuerdo, proporcionando a Arabia Saudí y Rusia una buena excusa para darlo por muerto y proceder a aumentar su producción —Venezuela y Qatar, que ya operan a tope, no podrían hacer lo mismo— culpando de ello a Irán.

Por su parte, Irak se ha limitado a dejar la puerta abierta a la cooperación, dando la bienvenida a cualquier intento de aumentar los precios del crudo pero sin comprometerse de momento a restringir su extracción de petróleo, que continúa aumentando paulatinamente, habiendo alcanzando en enero los 4,35 mbd. Irak ha sido excluido durante años de la gestión de la producción de la OPEP y no se siente obligado a adherirse a cualquier nuevo acuerdo, especialmente si dificulta el objetivo de aumentar sus exportaciones. Estas constituyen la única vía para intentar mejorar la calamitosa situación económica, social y política que atraviesa el país, fruto de pasados conflictos y de su actual confrontación con los yihadistas de Dáesh.

La rivalidad entre Riad y Moscú en la guerra de Siria puede dar al traste con este intento para reequilibrar el mercado

La principal noticia que se esconde tras el acuerdo de Doha es que, por primera vez desde noviembre de 2014, Arabia Saudí ha aceptado hablar en público de la posibilidad de restringir el suministro de petróleo. Algo que constituye un giro importante en la política de Riad y que ha sido interpretado como el resultado de la intervención política del príncipe heredero Mohamed bin Salmán al Saud. Pero existen además otros dos factores que pueden dar al traste con este primer paso para reequilibrar el mercado. Y los dos tienen que ver con Rusia.

El primero es la rivalidad geopolítica entre Arabia Saudí y Rusia en torno al conflicto de Siria. El segundo es que Moscú tiene un largo historial a la hora de animar a los productores de la OPEP a recortar el suministro en tiempos de precios bajos del crudo, comprometiéndose a hacer lo propio para finalmente incumplir el acuerdo. Así lo demuestra lo ocurrido durante los episodios de caída de precios de 1997-98, 2001-02 y 2008-09.

Rusia tendrá que convencer a los mercados de que esta vez va en serio. El Kremlin ha dejado en manos del ministro de Energía los comentarios sobre Doha, cuando solo una declaración del presidente Putin hubiera transmitido cierta credibilidad. A fin de cuentas, no está nada claro cómo el Gobierno de Moscú lograría que las petroleras congelaran su producción, particularmente en estos momentos en que la depreciación del rublo anima a los exportadores a maximizar sus suministros a un mercado que opera en dólares.