29/3/2024
Periodismo

Un periódico al servicio de la legalidad

Su perspectiva conservadora y la defensa de la paz social lo llevaron a entregarse a una república de orden

Pilar Mera Costas - 11/12/2015 - Número 13
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El 12 de abril de 1931 Ahora animaba a sus lectores a votar la candidatura monárquica. No por proselitismo, decía, sino porque era la única opción que garantizaba que se mantuviera el sistema. “En este trance en cuyo albur va el porvenir de la Patria, creemos que, más que acentuar la angustia con clarineos imprudentes y excitar a la violencia —que ya anda desatada por las calles—, nuestro deber es invitar a un momento de reflexión al votante. Hay una candidatura que postula el mantenimiento del régimen y otra que considera indispensable la revolución. Sabemos lo que es el régimen. ¿Sabe alguien lo que será la revolución?” 

Esta perspectiva conservadora —mantener el orden conocido y huir de experimentos que pusieran en riesgo la paz social y los derechos de ciudadanía ya alcanzados— fue una constante en la línea editorial del diario. Paradójicamente con el paso de los meses, eso fue lo que lo convirtió en defensor de una República de paz y orden. Con todo, su primera reacción fue de temor e incertidumbre. “Un momento angustioso en el que se está jugando el porvenir de la Patria. El triunfo electoral del bloque antimonárquico en casi toda España ha puesto al país en el duro trance de la revolución”, titulaba su portada del 14 de abril. En su editorial reconocía sin ambages la victoria republicana y la obligación de aceptar el resultado.

Ante el temor a lo desconocido, se consolaba con la serenidad y disciplina que los ganadores habían mostrado en las urnas y esperaba que ambas cualidades siguiesen presidiendo su comportamiento. Apelaba a la responsabilidad de todos, especialmente de los líderes políticos, de quienes esperaba que actuasen con tino “en esta hora grave”. Si estaban a la altura de las circunstancias, estas elecciones podrían ser “la iniciación de una época nueva en la historia de España”.

La lealtad de Ahora al gobierno se sostenía en su concepción de la democracia 

Ahora cubrió minuciosamente el desarrollo de los acontecimientos de los días siguientes. Además de ocuparse de la salida de Alfonso XIII de España y de la constitución del gobierno provisional, siguió con detalle el traspaso de poder en el ámbito local. La alternativa triunfadora resultó no ser el caos temido y el nuevo régimen se ganó la adhesión del diario.

En su editorial del 11 de mayo, cuando los conventos incendiados en Madrid se convirtieron en noticia alterando la tónica de serenidad que había dominado desde las elecciones, Ahora declaró expresamente su lealtad a la República, “convencidos de que esta es la única salvación de España”.

El periódico condenó con rotundidad los sucesos, tanto las “extemporáneas manifestaciones de entusiasmo monárquico” que habían servido de mecha para el enfrentamiento como el comportamiento de “las masas sin control, sin dirección, sin ninguna orientación política ni social” que se habían lanzado “a tomarse por su mano lo que ellas llamaban su justicia”. Así, el diario despersonalizaba el conflicto, alejándolo de la identificación con republicanismo, socialismo o conservadurismo y apuntando hacia un grupo indefinido que parecía ajeno a una sociedad que apostaba por el orden. Esa era su posición manifiesta: “Con el Gobierno y frente a los perturbadores”. El gobierno había respondido con decisión, ofreciendo la única lectura positiva de los enfrentamientos: “Al fin se dio la sensación de que en España se gobierna”.

Durante la primavera del Frente Popular, no varió su posición y defendió el ejercicio pacífico de la política

La lealtad gubernamental de Ahora se mantuvo a lo largo de la etapa republicana y se sostenía en su concepción de la democracia, que en junio de 1931 definía como un sistema que “es, ante todo, eficacia y competencia para resolver los problemas incontables que a todas horas se le presentan al nuevo Estado”. Ante las elecciones constituyentes que se convocaron para el 28 de ese mismo mes, siguió un discurso movilizador, que subrayaba la importancia de la labor de las futuras Cortes Constituyentes, que tendrían que legislar para todos, no solo para los republicanos.

Por ello la participación activa era fundamental y el pasotismo, un ejercicio de inconsciencia. No dudó en manifestar sus simpatías por la candidatura de Apoyo Ciudadano a la República, pues consideraba que la trayectoria, ideología y comportamiento de sus integrantes, entusiastas del nuevo régimen, garantizaban que el parlamento resultante estaría alejado de los “radicalismos desaforados”. El periódico recibió con alegría el resultado electoral: “España ha votado por la República y sus hombres, rechazando a los perturbadores de la derecha y de la izquierda”. 

Principios democráticos

El proceso constitucional pasó a ser el tema al que Ahora dedicó más tinta y desvelos durante los meses siguientes. Las discusiones parlamentarias se siguieron con pasión y detalle y la cobertura informativa se completó con extensos artículos que explicaban las consecuencias prácticas de los diferentes puntos aprobados. Como colofón, en diciembre se publicó una serie de entrevistas a los ministros donde cada uno de ellos se ocupaba especialmente de los aspectos legislativos relacionados con su cartera. Esta serie culminó el 11 de diciembre con Niceto Alcalá-Zamora, justo tras la aprobación de la Carta Magna y su proclamación como primer presidente de la Segunda República Española. Sus declaraciones giraron alrededor de la defensa del ejercicio de una “política muy avanzada e intransigente contra todo despotismo, pero deseosa de paz y de concordia”, que coincidía con los planteamientos que propugnaba el diario.

La lealtad gubernamental de Ahora no decayó después del primer año republicano, pero el desgaste del ejercicio del poder generó espacios para la crítica y el desencuentro. En las elecciones legislativas de noviembre de 1933, el periódico apoyó al Partido Radical, que identificaba con su propio espíritu conservador y no creía “en revoluciones ni de un lado ni de otro”. Como en abril de 1931, la defensa “por encima de todo de la paz pública, el respeto a la autoridad y el amor a la libertad sin aventuras revolucionarias de ninguna clase” fueron sus argumentos. Con esos principios justificó su toma de posición a lo largo de los años y fueron esos mismos principios los que lo llevaron a rechazar la Revolución de octubre del 34, condenar la represión de la misma propugnada por la CEDA o apoyar a gobiernos republicanos de centro, como el de Portela Valladares. 

Durante la primavera del Frente Popular, Ahora no varió su posición y dedicó su esfuerzo a defender el ejercicio pacífico de la política, criticando las prácticas violentas y paramilitares que presionaban el sistema. Angustiado ante los “abominables” asesinatos del teniente Castillo y de José Calvo Sotelo, que juzgó con idéntica dureza, el 21 de julio de 1936 condenó el golpe de Estado con “enérgica repulsa” y manifestó su adhesión a la legalidad republicana. “Desde nuestra posición, netamente conservadora, nos incumbe en el día de hoy ratificar esa convicción, fundada en principios estrictamente liberales y democráticos.” Esta coherente declaración de intenciones no tuvo continuidad, pues la guerra lo transformó en otra publicación que desapareció junto a la República.