19/3/2024
Economía

Bancos alemanes. Hora de levantar la alfombra

Las dudas sobre la viabilidad del Deutsche Bank se extienden a todo el sector financiero germano, cuya complejidad y falta de transparencia generan cada vez mayores reticencias en los mercados

Pilar Blázquez - 07/10/2016 - Número 54
  • A
  • a
Bancos alemanes. Hora de levantar la alfombra
Agentes de la Bolsa de Fráncfort el pasado 26 de septiembre, día en que las acciones de Deutsche Bank, el mayor banco de Alemania, cayeron a un mínimo histórico. DANIEL ROLAND / AFP/ GETTY
Día 16 de septiembre. Las acciones de Deutsche Bank se desploman más de un 8%. Es la reacción inmediata a la filtración de que el Departamento de Justicia de EE.UU. tiene intención de imponer al principal banco alemán una multimillonaria multa, de 14.000 millones de dólares (12.000 millones de euros), por su implicación en la creación de hipotecas suprime.

Esa decisión judicial puso en el foco de los mercados a un gigante financiero que empieza a tener los pies de barro. Los rumores de que la cuantía final de la multa se quedará en unos 5.400 millones de dólares (4.800 millones de euros) han servido para amortiguar en parte el desplome bursátil de las acciones del banco. Pero, tanto hace unos días como ahora, las dudas sobre la salud financiera de la entidad siguen siendo uno de los principales riesgos de los mercados financieros.

Es cierto que la nueva cantidad que se baraja para la multa coincide, a grandes rasgos, con las provisiones que el banco alemán había dotado para cubrir sus numerosos problemas legales. Aun así, la situación financiera de Deutsche Bank está muy lejos de convencer a nadie. Los rumores sobre la necesidad de un rescate por parte de Alemania compiten en intensidad con los que auguran una caída similar a la de Lehman Brothers. Aunque, conocidas las consecuencias de la ocurrida en 2008, los analistas consultados consideran que hablar de caída es “exagerado, de momento”. Pero que no quiebre no exime de riesgos la situación del primer banco alemán. Tampoco la de todo el sector financiero de ese país, cuya complicada estructura y su falta de transparencia están generando cada vez más reticencias a inversores, organismos financieros internacionales e incluso al propio Gobierno alemán.

“No debemos descartar una ampliación de capital que podría alcanzar los 5.600 millones de euros (si la sanción fuese de 4.800 milllones de dólares) para equiparar la ratio de capital CET-I con sus comparables. Aunque no tendría problemas para cubrirla como ha ocurrido con las anteriores”, asegura el analista experto en banca de Bankinter Rafael Alonso. De ser así, sería la cuarta ampliación de capital del banco alemán en los últimos años. Aunque este analista considera que no tendría problemas para cubrirla, otras fuentes de mercado que prefieren no ser citadas tienen grandes dudas sobre la capacidad de Deutsche Bank para atraer capital nuevo.

El Deutsche Bank posee alrededor de 64 billones de dólares en derivados, unas 16 veces el PIB alemán

Esta cautela está justificada porque la mencionada multa es solo uno de los múltiples riesgos que acechan al gigante financiero alemán. Aunque superó los test de estrés realizados por la Autoridad Bancaria Europea (EBA) el pasado mes de julio, este organismo lo identificó como uno de los bancos más vulnerables en un escenario adverso. En él, su ratio de capital caería hasta el 7,8%, frente al 13,2% que había registrado en el anterior test. “El Postbank, su negocio de banca minorista , es lo único que le reporta beneficios. Pero su negocio principal es la banca de inversión y en ese campo las cosas no están nada bien”, explica Alonso. En EE.UU. Deutsche Bank ha vuelto, por segundo año, a suspender sus test de estrés. “El gobierno corporativo y la gestión del negocio de los alemanes no convencen al regulador estadounidense”, asegura Alonso.

Esas dudas también han sido resaltadas por las agencias de rating. En un informe sobre la banca alemana publicado el pasado 7 de septiembre por Standar&Poor's, se destaca la falta de transparencia del sector financiero alemán desde 2007 y asegura “que eso complica el seguimiento del sector y la verificación de la calidad de sus activos en general”. 

Peligro sistémico

En junio, un informe del FMI identificó al Deutsche Bank como el mayor banco sistémico del mundo por su elevada red de interconexiones financieras. “Lo más peligroso es el alto grado de apalancamiento en sus operaciones y que tiene inversiones de riesgo cuya cuantificación es muy complicada porque se hacen en mercados ocultos (OTC). En principio deben estar cubiertas, pero en caso de que haya problemas el desplome del precio de esos activos nunca va a cuadrar con las contrapartidas que tengan”, explican fuentes de mercado. 

Esos problemas podrían ser una bomba de relojería en una entidad que posee alrededor de 64 billones de dólares en derivados. Esto es 16 veces el PIB alemán o casi cinco veces el PIB de toda la eurozona. Además, sobre el gigante financiero alemán pesa un rosario de conflictos judiciales. A este de las hipotecas subprime hay que sumar las multas por manipular las tasas de interés en el Libor, acusaciones de falsificación contable, blanqueo de capitales...

La factura por estos problemas ya es cuantiosa. Sus acciones valen poco más de 11,5 euros frente a los 117 que llegaron a superar en 2007. En ese tiempo la capitalización ha pasado de 50.000 millones a apenas 15.000 (una cifra similar a la de CaixaBank, por ejemplo). En 2015 reportó pérdidas de más de 6.000 millones de euros, las más altas de su historia. Todo ello ha obligado al banco a cambiar a su cúpula directiva y abordar una reestructuración que, entre otras cosas, le ha llevado a despedir a unos 35.000 empleados y anunciar la retirada en 10 países.

El presidente John Cryan ha culpado de los últimos vaivenes de la acción en los mercados a los especuladores, al tiempo que ha tratado de tranquilizar a los inversores:  “Tenemos 215.000 millones, es un buen amortizador”, ha asegurado. Además, Deutsche Bank anunció el día 28 de septiembre la venta de su aseguradora Abbey Life, una transacción que provocará una pérdida antes de impuestos de 800 millones de euros, pero que le reportará parte de la liquidez que necesita.

Pero Deutsche Bank no está solo en este sufrimiento. El segundo gran banco del país, el Commerce Bank, tampoco está muy boyante.  A pesar de que fue uno de los primeros rescatados de la crisis, en noviembre de 2008, y ha terminado recibiendo una inyección financiera de 24.000 millones de euros, todavía está sumido en pleno proceso de reestructuración. El 24% de su capital todavía es público y en el mes de septiembre ha anunciado una potente reestructuración y la eliminación de 9.600 empleos, el 20% del total.

Lo más sorprendente es que, mientras que el riesgo país de Italia es castigado por los problemas de su sistema financiero —como le ocurrió antes a España, Portugal, Irlanda o Grecia, entre otros—, Alemania parece inmunizada ante las dificultades de sus dos mayores bancos. ¿Por qué?

“El negocio de Deutsche Bank en Alemania apenas aporta el 30% de sus beneficios. De tener problemas, las consecuencias se notarían mucho más fuera del país”, explican fuentes del mercado.

Pero según Manuel Romera, director de Sector Financiero en IE Bussiness School, esto es el resultado de “una excelente campaña de marketing de Alemania”. Romera asegura que el Gobierno de Angela Merkel ha sido muy hábil para anteponer la buena marcha de su macroeconomía a los problemas de su complicado sistema financiero.  “Reaccionó mucho mejor que otros países ante los primeros estragos de la crisis de 2008, y así acalló cualquier rumor.”

Efectivamente, el primer banco europeo que tuvo que ser rescatado tras la quiebra de Lehman Brothers fue el Hypo Real Estate. Quince días después, el 29 de septiembre de 2008, ya recibió una inyección de 35.000 millones que tuvo que ser completada una semana después hasta llegar a los 50.000.  No había pasado ni un mes cuando el 3 de noviembre era rescatado el Commerzbank. A partir de entonces, los grandes titulares se concentraron en los problemas de la banca de otros países, y se olvidaron de contar que Alemania también lleva años tratando de solventar los problemas que surgen en su complicadísimo sector financiero. Inyecciones de capital, nueva legislación, procesos de reestructuración y fusión no han parado desde entonces, aunque se hayan realizado con el mayor de los disimulos.

Entre otras cosas porque, como asegura Manuel Romera, “lo que ocurre en las cajas pequeñas alemanas es un pozo oscuro. Pero lo que está claro es que tienen tantos o más problemas como tuvieron las españolas, aunque políticamente no interese abordarlo abiertamente”.

Un desconocido con problemas

La complejidad del sector financiero alemán es un tema que incluso los profesionales financieros tratan de esquivar. Apenas hay informes sobre el sector en su conjunto, cuya organización data del siglo XVIII.  Hay alrededor de 1.700 entidades, agrupadas en lo que se denomina Tres Pilares. El primero está formado por los bancos privados: los dos ya mencionados, junto a DZBAnk, Unicredit BAnk AG y alrededor de unos 200 bancos privados muy pequeños.

Un segundo pilar lo forman bancos cuya propiedad está ligada al sector público. Son unas 400 cajas de ahorro (Sparkassen) que, en principio, se dedican a dar préstamos a pymes de sus áreas de influencia.  Su objetivo público es apoyar la economía y a la población locales y no centrarse mucho en la obtención de beneficios.  Junto a estas están las agrupaciones de cajas o bancos centrales de esas cajas, denominados Landesbanken (nueve en la actualidad), que deben prestar servicios a las más pequeñas o servir de contrapartida en operaciones cuantiosas.

El tercer pilar lo forman más de mil cooperativas con áreas de actividad muy localizadas y gobernadas por los propios socios. También, en principio, más preocupadas por la economía local que por los beneficios.

Considerado por el FMI  como el mayor banco sistémico del mundo, pesa sobre él un rosario de conflictos judiciales

Pero ni unos ni otros han cumplido siempre con su compromiso teórico de servir a la comunidad. “Han financiado proyectos por intereses políticos, igual que pasó en España, y durante años fueron activos en el mercado de compraventa de deuda, productos derivados y de riesgo”, aseguran fuentes de mercado. De hecho, al menos cuatro de estos Landesbanken han tenido que ser rescatados durante los últimos años por su exposición a hipotecas y otros productos financieros tóxicos, como los seguros por fletes y transporte marítimo que desde 2008 también están sufriendo una aguda crisis.

El final de un modelo

Ahora, el entorno económico y financiero está presionando este histórico modelo. La caída de los tipos de interés hace que los ajustados márgenes con los que ha trabajado el sector financiero alemán hayan saltado por los aires. Mantener los depósitos de los hacendosos ahorradores germanos ya no es negocio y algunas entidades financieras ya están cobrando a sus clientes por custodiar su dinero. Según un informe de McKinsey sobre el sector financiero alemán, la caída total de ingresos desde 2009 a 2013 fue del 26%, y en el mismo tiempo los beneficios por actividades de trading cayó un 33%.

Con esta situación, los problemas para cumplir con los requisitos de capital de la nueva regulación financiera están provocando serios problemas. Incluso hay pequeñas Sparkassen y cooperativas abocadas a fusiones ante la imposibilidad de hacer frente a la nueva burocracia. Y eso que el BCE ha cedido a las presiones del Gobierno de Merkel y ha dejado fuera de la supervisión directa ese millar y medio de pequeñas entidades: solo 40 de ellas son supervisadas directamente por Fráncfort.   

Una falta de transparencia que parece que no va a evitar la necesaria reforma del sistema alemán. Los analistas de McKinsey aseguran que es necesario formular un nuevo sistema de gestión, análisis de riesgos y comunicación con los reguladores. Además, fijan las necesidades del sistema financiero alemán en 20.000 millones de euros para que los bancos cumplan con los nuevos mínimos de capital exigidos y los compromisos con las leyes europeas. Las exigencias de Standard & Poor’s y el FMI van en la misma línea. Parece que a Merkel, reacia al rescate de cualquier banco europeo, le toca abrir las ventanas y comenzar a ventilar sus propias vergüenzas.

Los préstamos tóxicos de la industria marítima

Pilar Blázquez
El pasado 13 de septiembre la quiebra de la naviera surcoreana Hanjin conmocionó al mundo de las finanzas. Algunos medios compararon este evento con la caída de Lehman Brothers porque, al igual que entonces, los bancos acreedores se cansaron de inyectar dinero y dejaron caer a una de las mayores navieras del mundo, con conexiones financieras planetarias.

Pero lo que para muchos fue una sorpresa, para los bancos alemanes fue una conmoción. Se estima que los vínculos del sistema financiero alemán con la industria del transporte marítimo superan los 80.000 millones de euros en préstamos al sector. Desde 2008, los grandes prestamistas alemanes al sector del transporte marítimo (Commercebank, KFW, HSH o NordLB) están tratando de deshacerse de esos préstamos ante los continuos problemas de impago. Incluso Deutsche Bank, que no está entre los más activos en este mercado, ha vendido una cartera de 1.000 millones de estos préstamos al fondo buitre KKR y a un fondo soberano cuyo nombre no ha sido revelado. Según datos de la consultora Petrofin recogidos por Financial Times, en 2010 los prestamistas alemanes tenían 154.400 millones de dólares en préstamos marítimos en sus libros, que a finales del año pasado se habían reducido a 93.000 millones.

Esa reducción no ha acabado con los problemas. A principios de este verano, el BremerLB registró pérdidas provocadas por la pésima evolución de sus préstamos marítimos, y el 1 de septiembre tuvo que ser rescatado por su principal accionista, Nordl Landesbank, entidad que ahora se ve abocada a vender sus activos marítimos tóxicos si no quiere acabar igual.

La situación es tan extrema que incluso el BCE ha auspiciado la creación de un banco malo entre los estados de Schleswig-Holstein y Hamburgo para canalizar la salida de estos préstamos tóxicos de los activos de la banca alemana.