24/4/2024
Opinión

Miedos de los contendientes

Editorial - 13/05/2016 - Número 33
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Las conversaciones entre los partidos para tratar de recortar los 175 millones de euros que costará la repetición de las elecciones el domingo 26 de junio en las que van a competir terminaron el miércoles 11 con fracaso. Fue una negociación con ambiente teatral: el país lleva sumido casi un año en una campaña permanente que hemos pagado muy cara en todos los sentidos, desde la credibilidad de nuestro sistema institucional a la parálisis legislativa, por no hablar de sus costes económicos. Puede que la democracia sea de modo inevitable cara, pero sus representantes deben justificarlo siendo eficientes.

La impresión creciente es que esta reactivación de la campaña interminable quiere basarse en uno de los rasgos más delicados del juego político: el miedo. El Partido Popular, que lleva meses en la inacción con el vano intento de ocultar su corrupción y el incumplimiento de sus promesas económicas, está azuzando el miedo a la victoria de los partidos de izquierdas a la manera de otros tiempos. El pacto entre Podemos e Izquierda Unida es fruto del miedo: del primero, a tener unos resultados inferiores a los del 20-D, y del segundo, a quedar en la irrelevancia o ahogarse en sus deudas económicas. El miedo atenaza también a Pedro Sánchez, puesto que su carrera como secretario general del PSOE depende de la obtención de un resultado que los barones del partido cuestionan ya antes de conocerlos. Ciudadanos también tiene sus miedos: en las últimas elecciones obtuvo un resultado relevante, pero por debajo de las expectativas, y después de ensayar el pacto para la investidura con el PSOE teme perder los votos que hubiera recibido prestados de procedencia pepera.

En esta campaña de los miedos hay uno que sí deberían ahuyentar socialistas, podemitas y ciudadanos: el del aumento de la abstención inducido por el cansancio de los electores después de tanta maniobra partidista estéril que se tradujera en desentendimiento de lo que pudiera pasar el 26 de junio. En línea contraria, solo los peperos parecen sentirse beneficiarios de una mayor deserción ante las urnas porque piensan que la adhesión de los suyos es inquebrantable y que las abstenciones serían por cuenta de los rivales. Sin duda, el incremento de la abstención no invalidaría los resultados, pero un  porcentaje relevante de participación contribuiría a legitimarlas más, excepto cuando la dosis se dispara, como sucede en  los regímenes totalitarios, hasta porcentajes que a la inversa generan su cuestionamiento. De todas maneras, en el presente clima de hastío, de hartazgo, los partidos y sus dirigentes deberían superar el politiqueo de vuelo rasante y hacer propuestas creíbles con algún gramo de ponderada ilusión para resolver los problemas pendientes. Advertidos como estamos de que “la razón no puede prosperar sin esperanza ni la esperanza expresarse sin razón”.