Packer. El reportero que estuvo allí
El periodista repasa sus métodos y algunos de sus ídolos en una entrevista realizada durante su estancia en Madrid
UNO. George Packer tarda meses en escribir sus reportajes porque “nadie dice nada interesante durante la primera hora”, el tiempo que ha compartido con AHORA. Para un reportaje sobre los musulmanes en Francia empleó cuatro meses y todavía pasaron tres más antes de ser publicado. Packer, uno de los reporteros estrella de The New Yorker, nunca ha trabajado con la urgencia del cierre diario. Ha recibido varios premios por sus artículos, recogidos en Interesting Times: Writing from a Turbulent Decade (Farrar, Strauss and Giroux, 2009). Llegó a la revista neoyorquina en 2003 para cubrir la guerra de Irak. El tiempo que pasó allí le sirvió para escribir La puerta de los asesinos, en el que relata el día a día de las tropas estadounidenses. Tres años después, en la obra de teatro Betrayed, contó cómo Estados Unidos abandonó a los iraquíes y a los que colaboraron con las tropas. Packer también ha escrito dos novelas, pero eso fue “hace mucho tiempo”. Lo que él sabe hacer es no ficción, dice. Y para escribir sus reportajes se fija en las técnicas de los mejores novelistas: una cosa es el trabajo propio del periodista y otra, “la habilidad de contar una historia”. Ganó el National Book Award por El desmoronamiento (Debate, 2015), “una crónica de 528 páginas sobre el declive de EE.UU. desde los 70, pasando por la última crisis financiera, a través de personajes desconocidos y perfiles de figuras públicas”.
Ganó el National Book Award por El desmoronamiento, una crónica sobre el declive de EE.UU. desde los 70
DOS. “La puerta de los asesinos es al mismo tiempo una historia narrativa de las causas y consecuencias de la guerra de Irak y también un relato de mi experiencia como partidario, aunque indeciso, de esa guerra.” Por eso Packer escribe este libro en primera persona y se incluye como un protagonista más. “Quería registrar cómo afectaba a mi posición el hecho de pasar muchos meses en Irak durante los primeros años de la guerra, con la intención de mostrar la manera en que las posturas estadounidenses se alejaron de la realidad iraquí.” ¿Es Irak para Packer y sus contemporáneos lo que fue España para escritores como George Orwell o John Dos Passos? “Irak no es mi guerra civil española porque yo no estaba unido a ningún grupo específico ni a ninguna causa en la guerra. Pero jugó un papel importante en mi educación como liberal idealista desilusionado.”
TRES. “Quería hacer algo sobre la crisis financiera y sus efectos en la gente y la política —explica sobre el proceso de escritura de El desmoronamiento—. Pensé en escribir sobre Washington, Obama… Pero muchos ya lo estaban haciendo. En mis viajes para The New Yorker conocí gente muy interesante. Me propuse contar la historia un personaje de Silicon Valley, otro de Wall Street, otro de Washington... Para organizar todas las historias me inspiré en la Trilogía USA, de John Dos Passos, que recoge lo que ocurrió durante la Gran Depresión. Este libro es ficción, no periodismo. Dos Passos mezcla en un collage personajes inventados con gente real como Ford, Rockefeller o Wilson. Me pareció un buen recurso para explicar el contexto del país a través de los personajes principales.” Packer cree que en la cobertura de la crisis ha habido pocas historias humanas: “Gran parte del trabajo periodístico se ha centrado en historias sobre la gente con éxito. Por alguna razón no se ha contado cómo ha vivido la crisis la gente corriente. Quizá sea por la cultura de las celebridades”.
CUATRO. “Según mi experiencia, la gente quiere hablar. Solo hay que hacer las preguntas adecuadas”, dice Packer. Cuenta el drama de familias desahuciadas desde las furgonetas en las que duermen, aparcadas en los supermercados, sale de patrulla con los soldados, registra el sufrimiento de los prisioneros… “Es difícil que te den acceso a su vida de esa manera. Se necesita que sea gente especial. Y ayuda que no tengan hijos, porque la gente quiere proteger a los niños de un desconocido. Es más fácil para un reportero hablar con alguien que vive solo. Estuve viviendo una semana en casa de Dean Price [uno de los protagonistas de El desmoronamiento]. ¿Cuánta gente lo quiere saber todo sobre tu vida? Casi nadie. Es aburrido. ¿Quién te va a preguntar sobre tu infancia, sobre tu trabajo, sobre tus vecinos, sobre tus ideas acerca del país?”
CINCO. La entrevista tiene lugar en la Fundación Rafael del Pino, en Madrid, en una conversación interrumpida por el teléfono del reportero estadounidense, que tenía previsto pasar unas horas en Toledo. Pese a que hace un día lluvioso, Packer aparece con una camisa hawaiana y una mochila. Pero algo ha fallado en la compra de los billetes. “Perdón…”, dice minutos después, cuando resuelve el problema. ¿Entrevista por teléfono? “Oh, no, no, no. Eso nunca funcionaría, nunca. En el caso de algunos personajes de El desmoronamiento son gente que nunca o casi nunca ha sido entrevistada. No sabrían quién soy, por qué deberían hablar conmigo. Les hago preguntas muy personales. A Dean Price le pregunté por la primera vez que tuvo sexo. No le puedes preguntar eso por teléfono. Tiene que ser medianoche y estar con un whisky y un puro. Los tienes que conocer muy bien antes de llegar al fondo del asunto. Pasé muchas semanas con ellos.”
SEIS. En The New Yorker se han publicado reportajes tan importantes como “Hiroshima”, con el que John Hersey mostró a los estadounidenses por primera vez las consecuencias de la bomba atómica. Hannah Arendt escribió los artículos que dieron forma a Eichmann en Jerusalén para la revista neoyorquina, la más prestigiosa por la calidad de sus reportajes. “Para un perfil que hice sobre Angela Merkel estuve un mes en Berlín hablando con miembros del Gobierno, políticos y periodistas. No pude entrevistar a Merkel, pero fue mejor así porque ella no hubiera dicho nada. Después estuve leyendo libros, viendo documentales, hablando con gente de distintas partes del mundo que la conocía. Cuando me puse a escribir me salieron entre 14.000 y 15.000 palabras, algo muy largo. Tras la edición se quedó en 13.000 palabras. Es algo intenso y muy cuidadoso. Al final te sientas con el editor, un editor de mesa y el fact-checker [verificador de datos]. Son cuatro o cinco personas sentadas en la mesa porque a veces hay dos fact-checkers. Se analizan cambios y hasta que no se pone de acuerdo todo el mundo, la historia no sale.”
Su héroe es el escritor inglés George Orwell: “Aparte de él, no hay más escritores que considere héroes”
SIETE. ¿Cómo es para un periodista trabajar con un fact-checker? “Es increíble. Intimida porque tienes que contarle todo, darle tus cuadernos de notas, tus grabaciones, tus vídeos, documentales, artículos, páginas web, libros… todo lo que te haya servido de fuente de información. El papel del fact-checker es como el de un fiscal cuando investiga, pero está de tu lado: él trabaja para ayudarte, no para incriminarte. Te hacen mejor, pero sientes como si te estuvieran investigando. Detectan tus errores, los borran y te ahorran la humillación de que todo el mundo sepa dónde te has equivocado. A veces encuentran información que tú ni conocías.” Un fact-checker, explicó después por correo electrónico, dedicó entre dos y tres semanas a su último libro.
OCHO. A Packer le gustan más los escritores de ficción que los periodistas. Le encantan V. S. Naipaul, Dos Passos y Joseph Conrad. Entre los reporteros, destaca a Lawrence Wright y David Remnick, director de The New Yorker. Pero su héroe es Orwell: “Aparte de él, no hay más escritores que considere héroes”. ¿Soportaría Orwell un fact-che-
cking? “Creo que lo vería algo muy intrusivo. Diría: ‘Son mis hechos. Yo estuve ahí. Yo lo vi’. Esgrimiría su propia experiencia y sus ojos, que fueron los que lo vieron todo. Pero, por supuesto, sabemos que nuestros ojos pueden engañarnos. No creo que le gustara tener a un joven corrector investigándole. Un fact-checker siempre llama a las fuentes con las que has hablado.”
NUEVE. ¿Qué cuenta mejor la realidad: la ficción o la no ficción? “Ambas sirven. La no ficción te explica el mundo que conocemos; la ficción es más útil para la realidad que no conoces. La no ficción cuenta la verdad; la ficción te lanza un hechizo. Pero la no ficción también es literatura cuando da una forma atractiva a asuntos a los que la ficción no llega. El periodista tiene un contrato con el lector: le tiene que decir qué vio, qué escuchó y cómo es el mundo que se encontró. Esta es la razón por la que no podemos inventar y mezclar cosas ciertas con otras que no lo son. Para mí no hay un dilema moral, sino de estilo.”
DIEZ. Packer seleccionó los mejores artículos de Orwell en Narrative Essays y Critical Essays (Harvill Secker, 2009). En la introducción a las dos antologías, escribe que su autor de cabecera planteaba sus ensayos con la consigna “Yo estuve allí, lo vi, lo sé”. “Es una buena definición —dice Packer—. Estos son los cimientos del periodismo. Luego está la habilidad de contar la historia. Pero lo básico es verlo, estar ahí. Saber cómo ríe el entrevistado, cuándo está triste y cuándo no.”