20/4/2024
Opinión

Un nuevo acuerdo para Europa

Si Francia, Italia y España, que representan casi la mitad de la población y del PIB de la eurozona, hacen una propuesta precisa, se tiene que llegar a un compromiso

Thomas Piketty - 19/02/2016 - Número 22
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Un nuevo acuerdo para Europa
MIKEL JASO
En pocos años, la extrema derecha ha pasado del 15 al 30% de votos en Francia, con picos del 40% en varias regiones. Todo ha concurrido: el aumento del paro y de la xenofobia, una terrible decepción frente a la izquierda en el poder, el sentimiento de que se ha intentado todo y de que hay que probar otra cosa. Se pagan también las consecuencias de la calamitosa gestión de la crisis financiera venida de Estados Unidos en 2008, que hemos transformado, con nuestras acciones, en una larga crisis europea. La causa principal son unas instituciones y políticas totalmente inadaptadas, una moneda única con 19 deudas públicas diferentes, 19 tipos de interés sobre los que los mercados pueden especular libremente, 19 impuestos de sociedad en concurrencia descontrolada unos con otros, sin base social ni educativa común. Eso no puede funcionar y no funcionará jamás.

Solo una refundación democrática y social de la zona euro al servicio del crecimiento y del empleo y alrededor de un núcleo duro de países dispuestos a ir hacia delante y dotarse de instituciones políticas propias podría permitir contrarrestar las tentaciones nacionalistas y de odio que amenazan hoy toda Europa. El pasado verano, después del fracaso griego, François Hollande comenzó a retomar por su cuenta la idea de un nuevo Parlamento para la zona euro. Ahora Francia debe hacer una propuesta precisa a sus principales socios y llegar a un compromiso. De lo contrario, los países que se decantan por el repliegue nacional (Reino Unido, Portugal) monopolizarán la agenda.

Solo una refundación democrática y social de la zona euro permitirá combatir las tentaciones nacionalistas

Para empezar, sería importante que los líderes europeos —los franceses y los alemanes en particular— reconocieran sus errores. Podemos debatir eternamente toda clase de reformas, grandes y pequeñas, que deberían haberse llevado a cabo en varios países de la eurozona: nuevos horarios de apertura de las tiendas, mercados laborales más efectivos, distintos criterios para la jubilación y demás. Algunas de ellas son útiles; otras, menos. Pero sea como sea, la incapacidad para llevar a cabo esas reformas no es suficiente para explicar la repentina caída del PIB en la eurozona entre 2011 y 2013, mientras la economía estadounidense se recuperaba. No hay duda de que la recuperación en Europa se vio estrangulada por el intento de recortar déficits con demasiada rapidez entre 2011 y 2013, y especialmente por aumentos de impuestos que fueron especialmente acusados en Francia.

Esa aplicación de reglas presupuestarias estrictas hizo que el PIB de la zona euro no recuperara en  2015 los niveles de 2007. Las intervenciones tardías del BCE y el nuevo tratado presupuestario de 2012 (con la creación de un Mecanismo Europeo de Estabilidad dotado con 700.000 millones de euros que permite avanzar hacia la mutualización de deudas) finalmente lograron extinguir el incendio, pero sin resolver los problemas de fondo. La recuperación es débil, la crisis de confianza en la eurozona permanece.

¿Qué hacer hoy? Hay que organizar una conferencia de países de la zona euro sobre la deuda, como la que se celebró en la posguerra y que benefició sobre todo a Alemania. Se trata de aligerar el conjunto de deudas públicas, a partir de una clave de reparto basada en las subidas que han tenido lugar desde la crisis. En un primer momento, se podrían poner todas las deudas superiores al 60% del PIB en un fondo común, con una moratoria sobre los repagos mientras cada país no recupere una trayectoria de crecimiento robusto con respecto a 2007. Todas las experiencias históricas lo demuestran: más allá de un cierto umbral, no tiene ningún sentido repagar las deudas durante décadas. Es mejor aligerarlas claramente para invertir en el crecimiento, incluso desde el punto de vista de los acreedores.

Un proceso así pide un nuevo gobierno democrático que permita también evitar que desastres como estos se reproduzcan. Concretamente, la implicación de los contribuyentes y los presupuestos nacionales necesita la puesta en escena de un Parlamento de la zona euro compuesto por diputados salidos de los parlamentos nacionales, en proporción a la población de cada país.

Se debe confiar también a esta cámara parlamentaria el voto de un impuesto de sociedades común, de lo contrario el dumping fiscal y los escándalos del tipo de LuxLeaks se reproducirán inevitablemente. Se podría así financiar un plan de inversión en infraestructuras y universidades. Un ejemplo emblemático: el programa Erasmus está ridículamente infradotado (2.000 millones de euros al año, frente a los 200 mil millones consagrados cada año a los intereses de la deuda en la zona euro), aunque deberíamos invertir masivamente en la innovación y en la juventud. Europa tiene todas las ventajas para ofrecer el mejor modelo social del mundo: ¡dejemos de arruinar nuestras oportunidades!

La experiencia histórica demuestra que, más allá de un umbral, no tiene sentido repagar las deudas durante décadas

En el futuro, la elección del nivel de déficit público deberá decidirse también en este nuevo marco. En Alemania algunos tendrán miedo de verse en minoría en un Parlamento así y querrán atenerse a la lógica de los criterios presupuestarios automáticos. Pero es la obstaculización de la democracia a través de reglas rígidas lo que nos ha conducido al borde del abismo y es hora de romper con esta lógica. Si Francia, Italia y España (aproximadamente el 50% de la población y del PIB de la zona euro, frente a poco más del 25% que representa Alemania) hacen una propuesta precisa, se tiene que llegar a un compromiso. Y si Alemania se obstina en impedirlo, lo que es probable, entonces será difícil combatir los discursos antieuro. Antes de llegar al plan B, el de la extrema derecha —que la extrema izquierda se ve cada vez más tentada de esgrimir—, comencemos por dar una verdadera oportunidad al plan A.

Publicado originalmente en Le Monde
Traducción del francés de Aloma Rodríguez